Me han preguntado por qué el paro del pasado jueves 21 de noviembre logró unir a tantos sectores de la sociedad.
Y he respondido que la sociedad colombiana está desconcertada por la conducta del gobierno Duque que hace año y medio la aglutinó contra las Farc, el Eln y el chavismo, pero ahora es todo lo contrario.
Ahora aparece complaciente con Cuba, dadivoso ante la izquierda radical y dispuesto a socavar las pensiones, incrementar la edad de jubilación y descuidar la seguridad tanto de los líderes sociales como de los defensores de los derechos humanos.
En pocas palabras, el polo opuesto al gobierno de centro derecha que prometió formar.
También me han preguntado si el gobierno colombiano temía una injerencia extranjera en esta movilización.
En respuesta, he sostenido que con una aprobación de solo el 30 %, lo más lógico es que el gobierno Duque evadiese y siga evadiendo su responsabilidad, transfiriéndosela a Diosdado Cabello.
Pero la propia inteligencia de la Policía Nacional negó tal conspiración extranjera.
Por supuesto que Maduro interviene en los asuntos internos de todas las democracias liberales del hemisferio, pero esa no ha sido la causa directa del inconformismo en Colombia.
Para no ir muy lejos, los ministros del presidente Duque son la prueba más clara de la desconexión entre los ciudadanos y él mismo: se acusan mutuamente, no tienen un rumbo claro y el gobierno de descuaderna en un mar de improvisación, incoherencia e inestabilidad.
¿Acaso no tiene toda la razón María Fernanda Cabal cuando dice que el gobierno está infestado de santistas (pro La Habana) y que el Centro Democrático no está representado en ese gabinete (de fanfarria)?
¿Acaso puede haber un diálogo más certero que el sostenido por Francisco Santos y Claudia Blum en el Mandarín Oriental?
¿Acaso puede ser más ilustrativa la contienda (genuina o artificiosa) entre la ministra de Trabajo y el desconectado de Hacienda?
De igual modo, se me ha preguntado si creo que los movimientos sociales en Chile y Ecuador han sido un impulso para la agitación y la protesta en Colombia.
Ante lo cual he respondido que Duque se parece mucho a Mauricio Macri y a Sebastián Piñera.
Pensaba que navegaba en un mar de tranquilidad y que Colombia era un oasis de crecimiento neoliberal en la región.
Pero su timidez ante los terroristas, su miedo a que lo cataloguen como ultraderechista en las redes sociales y su escasa lealtad hacia el partido uribista que lo eligió, lo han arrastrado a un clima de desazón y desconcierto.
Es por eso que el expresidente Uribe increpa públicamente al ‘sensei’ Carrasquilla para que de una vez por todas les cuente la verdad a los colombianos sobre lo que piensa hacer el gobierno en materia laboral y pensional.
Por eso mismo, Uribe muestra los logros de la Casa de Nariño pero al son de una premisa incontrastable: “Al gobierno Duque le falta mucho”.
Y por esa misma razón, el propio Uribe es el que viene diciendo, una y otra vez, con absoluta claridad: “¡Enderece, Iván Duque; enderece!”
En definitiva, ha nacido ya la Resistencia Uribista. O si se quiere ver en una perspectiva de centro derecha mucho más amplia, acaba de nacer la “Resistencia Nacional”.