Definitivamente cada vez que se toca el tema de la restricción al porte de armas se abre un gran debate. Desde el año 2016 el gobierno limitó el porte legal de armas en Colombia y ahora el señor Presidente de la República, el doctor Iván Duque, prorrogó la norma por un año más, decisión que levantó algo de polvareda, conduciendo al debate entre los defensores de la norma y aquellos grupos que la perciben como una limitación a la legítima defensa.
Si nos enfrascamos en temas jurídicos es posible que la discusión se prolongue, pero si por el contrario vamos al buen criterio y análisis desprevenido, podemos aportar ciertos aspectos dignos de tener en cuanta, independiente de las consideraciones presentadas por los estudiosos o expertos en seguridad ciudadanas, que sostienen la benignidad de la medida soportados en las estadísticas, que muestran un descenso apreciable de homicidios a partir del año 2016 cuando empezó a implementarse la disposición. Recabo en mi dicho de hace mucho tiempo, ¡andar armado en un arte! Si, cuando la persona se empretina un arma debe saber las responsabilidades que adquiere, y tener muy, pero muy claro, el fin que persigue con este elemento en su persona. Esa sola consideración debía bastar para hacer reflexionar al ciudadano de bien y si su respuesta no es satisfactoria, estaría a tiempo para deponer su arma.
“Es un arte” porque cuando se está armado existe un aire de suficiencia que acompaña al ser, el saberse respaldado por uno de estos elementos, bien sea de fuego o arma blanca genera seguridad, pero las cosas no paran ahí porque esa seguridad se puede tornar en agresividad a flor de piel, dando como resultado un enfrentamiento en circunstancias vanas y pueriles, que no ameritaban la más mínima discusión.
“Es un arte” porque no es fácil enfrentar un problema sin recurrir al arma escondida bajo las vestiduras y sobre este asunto podemos extendernos, pero bástenos lo expuesto hasta el momento y entendamos que los ciudadanos no están capacitados para portar un arma bajo control físico y sicológico, que le permita su uso solo en estados extremos
Otro asunto tiene que ver con la manipulación de las armas, especialmente aquellas de fuego, que ameritan una instrucción seria y profesional buscando capacitar al propietario para su operación, bien sea deportiva o simplemente preventiva: su aseo, cuidado, y mantenimiento resulta de gran responsabilidad, pues desde los infantes hasta los mayores en el entorno hogareño son víctimas de la curiosidad ante las armas. Además no podemos olvidar que para los antisociales, las armas en poder de ciudadanos de bien constituyen un apreciado botín.
Con las anteriores consideraciones creo poder llamar la atención sobre lo delicado del porte y la importancia del control de las armas.