Que dura se tornó la vida para la humanidad con el virus que hace presencia en todos los rincones del mundo, amenazando la existencia, la tranquilidad y la supervivencia en sociedad; no cabe duda que el anhelo más grande del ser humano, hoy por hoy, es retornar a la normalidad de nuestras vidas, volver a departir en sociedad, romper esas barreras de distancia y aislamiento recomendadas por las autoridades y observadas con temor por cada uno de nosotros, a tal punto de mantener un distanciamiento perjudicial para nuestras relaciones de toda índole, situación que añoramos cambiar retornando a la armonía que nos permitió recreamos en tiempos pretéritos.
Desafortunadamente la situación es cambiante, como cambiante es la amenaza que nos obliga a mantener todas las precauciones en defensa de nuestra propia existencia. Dura prueba hemos debido enfrentar en resguardo de la humanidad, pero lo más grave es saber que el fin de esta pesadilla no está a la vuelta de la esquina y muy posiblemente debamos vivir por mucho tiempo bajo reglas espaciales de conducta, donde la distancia, aseo y precauciones serán el faro del diario proceder. Saludable es entender que seguramente ese sueño de retorno difícilmente será realidad y, a futuro, continuaremos o aprenderemos a sostener una nueva forma de vida, que nos fijará derroteros especiales, dificultando la fraternidad y vínculos de amistad.
Pero como no somos proclives a resignarnos, lucharemos con denuedo para lograr una salida menos dura y más llevadera en una sociedad renuente al fracaso de cara a sus angustias y anhelos. Es por ello que urgen líderes que conduzcan el país hacia un compromiso nacional solidario y conjunto, diseñando programas sociales donde todos aportemos con voluntad y franqueza.
Son muchos los retos, algunos sobresalientes como incorporar a nuestro diario vivir aspectos de protección que ya estamos utilizando, solo que cada día los debemos potenciar para no bajar el nivel de alerta ni compromiso en defensa de la vida. Se trata de un contrato nacional. Además no podemos olvidar otro peligro que se cierne sobre la sociedad y es la delincuencia, en todas sus formas, ávida de oportunidades para hacernos blanco de sus fechorías. Razón de más para unir fuerzas y cerrar las oportunidades a estas gentes que tanto mal generan a nuestra tranquilidad, quienes como el virus siempre estarán al acecho.
Me podría extender en escenarios contra los ciudadanos de bien, pero con el solo hecho de unirnos en tono a las autoridades fomentado avanzadas comunes contra las amenazas, de seguro lograremos resultados alentadores. Con estrategias bien diseñadas y socializadas, comunidades comprometidas y autoridades eficientes, siguiendo objetivos comunes y reconocidos, lograremos éxitos inesperados, no podemos hacer oídos sordos a las recomendaciones de los gobernantes y debemos obligarnos a defender nuestro entorno con su auxilio.