Crecimiento equilibrado, la clave
Creceremos 5,7% en el año 2011, afirma Luis Carlos Villegas. Enhorabuena. Ayuda la confianza, motor de las cosas positivas que nos pasan en medio del narcotráfico, la guerrilla, la delincuencia común, la corrupción, los negativos “positivos”, la magia convertida en mafia y la política untada de droga. Pero sin abusar del sentido crítico, vale considerar algunos aspectos que hacen menos alegre la noticia.
Colombia todavía no crece por encima del promedio de América Latina, continente que no se destaca propiamente por su dinamismo. Lejos estamos de los indicadores de las nuevas potencias económicas de Asia o de las naciones recién llegadas a la Unión Europea. Estamos a la zaga del África negra, el lugar del mundo donde se reúnen todas las calamidades que sufre el hombre en su paso por la vida y por debajo del PIB per cápita promedio de las economías emergentes.
Para que un crecimiento sea equitativo debe reflejarse en toda la sociedad. Que no es nuestro caso, porque 11.5 millones de pobres y 5.5 millones de indigentes estarán sorprendidos por un crecimiento que no los roza, invisible para ellos. Porque el comercio reemplazó al estado benefactor, como consecuencia de la presión del FMI y de la desaparición del espectro socialista. Porque los conceptos de justicia y equidad no juegan dentro del mundo del mercado, son asunto del pasado.
La inversión extranjera es el combustible de la globalización. En los últimos tiempos hemos regresado a niveles que teníamos olvidados por culpa del riesgo-país. Exportar es la meta de cualquier comunidad y nuestro crecimiento se atribuye hoy a la exportación de recursos del subsuelo. Poco aporta la industria y casi nada el campo, la sempiterna cenicienta de la economía. ¿Retornamos a la política de las cuatro estrategias de Pastrana Borrero, donde la construcción y la infraestructura, que no son bienes transables, eran el mecanismo para impulsar el crecimiento? La construcción genera mucho empleo y abre industrias afines, pero encarece artificialmente el valor de la tierra y de las obras y enseña a la industria, la cementera por ejemplo, a aprovecharse de la demanda y a manejar los precios a su antojo.
La masiva venta de carros es una excelente noticia hasta que llegamos al análisis de la contaminación del medio ambiente, de las citadinas congestiones y de la desigualdad entre cientos de miles de vehículos que se desplazan únicamente con el conductor y los buses que viajan repletos de cansados ciudadanos.
Falta camino por recorrer para alcanzar el estado social de China, Japón y el sudeste asiático, donde la solidaridad y el trabajo colectivo son pilares del crecimiento. Si bien, la confianza presente origina una visión optimista de futuro, debemos renovar los valores ciudadanos para poder visualizar un horizonte de bienestar sostenible, equilibrado y justo.