¿Seguiremos tan bien?
Brasil es ahora la sexta economía del planeta. Aspira a ser la quinta en cuatro años. Fórmulas son muchas, tinos y desatinos también. Cabalga, como Colombia, a lomo de exportaciones de materias primas y productos del campo. Aunque el gigante sudamericano hace notables esfuerzos por avanzar en industria, tecnología e innovación, ¿hacemos otro tanto aquí?
Nuestra condición es la del nuevo rico. Le llega la plata fácil y de igual modo la asigna. Es de esa bonanza que salen los multimillonarios recursos para luchar contra los perjuicios del invierno. Es de allí de donde se asignan partidas gigantes para obras públicas y vivienda, que no se hagan es otra cosa. Es de ahí que se toman los dineros para ampliar las coberturas de salud y educación, de las que nunca se hablaba en serio por erario en déficit.
Al gobierno Santos no le ha hecho mella el invierno. Cada día anuncia giros extraordinarios que endulzan oídos y calman espíritus. Que tal que las exportaciones no hubieran crecido de manera fantástica en 2011, se espera que lleguen a US$52.000 millones. Y las de petróleo lo hicieron 69.5%, una gran noticia. La inversión extranjera tocará US$13.000 millones, cifra inédita en el país.
La bonanza montada en venta de hidrocarburos y otros minerales sirve para dar relumbrón a un gobierno, para creernos ricos por unos años y para regresar luego a la triste realidad si no implantamos un crecimiento ecológico sostenible. Caer en el tremendismo chavista de repartir la riqueza nacional no renovable sería la tumba histórica del actual cuatrienio.
No quiere decir que el Gobierno no haga nada. Lo que significa es que debemos ser mucho más exigentes con mandatario y ministros. Desde la bonanza cafetera en épocas de López Michelsen no había oportunidad igual y hacer lo de aquel momento sería hoy un evidente atropello a tantos pobres que nacen colombianos.
Los sectores industrial, financiero, comercial, transportador y constructor viven sus propias glorias. Preocupante el nivel de precios en la propiedad raíz, que fuera de indicar el buen estado de la economía, muestra la nociva permanencia del narcotráfico que adquiere bienes ahora urbanos sin descanso, ni medida.
Ahora estamos en la danza de los billones. Para todo alcanza. Pero como escribiera Fernando Londoño, los paraísos son efímeros y engañosos.
Lo que debemos entender es que cualquier esfuerzo nacional hay que dirigirlo hacia su competitividad. Mano de obra calificada, ingeniería de punta, infraestructura para el mundo actual, ciencia y tecnología, comunicaciones y conectividad. Lo demás son regalos al pueblo, sancocho casero, mentiras piadosas para paliar el hambre.
El gobierno Santos la tiene toda. Inclusive un presidente que entiende el juego de largo plazo. Pero, ¿su afán de fama y la politiquería le permitirán usar esta riqueza en beneficio de la justicia, de la equidad y de la ecología, además del simple desarrollo?