Rodrigo Pombo Cajiao* | El Nuevo Siglo
Jueves, 4 de Junio de 2015

ESQUINA AZUL

Mil días del proceso de paz

La  situación de hace 3 años era muy distinta a la de ahora. Estrenando su primer mandato el presidente Santos gozaba del respaldo popular, con más del 90% de los votos del Congreso, no tenía una oposición política seria, los índices macroeconómicos superaban cualquier buena expectativa, la inversión nacional y extranjera volaban por los aires, la capacidad productiva del país marchaba a todo vapor y, lo más importante, el sentimiento anímico de la nación se encontraba en los más altos niveles de optimismo y confianza.

El pastranismo y el uribismo habían hecho la tarea. El primero salvó a la patria de la desolación y la desesperanza y el segundo la encuadernó. Gracias a ellos el presidente Santos gana las elecciones sin viso de ilegalidad.

Con ese capital político Santos emprende diálogos de paz. Y lo hizo sobre 2 supuestos inamovibles, recordemos: (i) como vamos ganando la guerra y estamos haciendo valer como nunca antes el Estado de Derecho, se negociará en el marco del conflicto armado “y no se bajará la guardia en la persecución del crimen” y (ii) “nada está acordado hasta que todo esté acordado” porque no vamos a ceder en principios morales ni en valores democráticos. Así se nos comunicó el hecho.

Las Farc sólo le temen a un Ejército organizado, decidido y respaldado. Los terroristas únicamente negocian cuando su contraparte está unida o, como ellos lo denominan “cuando el establecimiento tiene la legitimidad política para el diálogo”.

Tres años después, con el cese de acciones de persecución y bombardeos, con las fuerzas del orden desmoralizadas viendo que sus comandantes negocian en La Habana y a sus excomandantes los meten presos; con un establecimiento dividido y corrompido, sin justicia ni ley; una reelección cobijada por el manto de la duda y un Presidente con una precaria popularidad como si se tratara del más grande inepto a la cabeza del ejecutivo y, con una nación en estado de alerta por la precariedad de la economía, el alza del desempleo, baja de las inversiones, semi-crisis petrolera y minera, con una corrupción desbordada y con políticas sin norte, los terroristas han perdido cualquier estímulo para la negociación y firma del acuerdo.

A no ser, por supuesto, que el ofrecimiento del Gobierno sea tan generoso que les quede racionalmente imposible hacerle el quite a la firma del acuerdo.

*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI