RODRIGO POMBO CAJIAO* | El Nuevo Siglo
Miércoles, 18 de Septiembre de 2013

El apego y desapoyo a Pacho

 

No es una cuestión estética sino de percepción histórica. A los ojos de cualquier sensato mortal no quedaría bien, -ni hoy ni mucho menos en 50 años-, que se leyera la historia política de nuestra patria con una contienda electoral a la Presidencia entre dos primos hermanos dobles.

La Edad Media, en lo que cabe a estas letras, se caracterizó por el monopolio del poder y la rigidez en el ascenso social. Los hermanos y primos se disputaban las altas posiciones y entre todos ellos aislaban de tajo cualquier aparecido liderazgo. Es, guardadas proporciones, lo que sucede hoy en la política costeña. En los últimos 25 años Colombia ha querido salir de las lógicas medievales del poder. Le ha dado singular participación a todos, incluyendo a las minorías sociales, económicas, raciales y religiosas, incluso a temibles terroristas.

No quedaría bien que Francisco Santos se lanzara a la Presidencia. No quedaría bien que ganara la consulta interna de la centro derecha para arrojarse a competir con su pariente cercano. Y, hay que decirlo, no es que no tenga legal derecho es que no es su momento histórico. Hay que anotar también que por cuestiones de la vida Juan Manuel Santos tiene derecho preferencial ante su primo. Es el Presidente y tiene mayores méritos políticos para aspirar a ser nuevamente candidato. Por el contrario, su pretensión puede llegar a fisurar la unidad de la centro derecha a niveles irreversibles que magullarían cualquier aspiración real por volver al poder.

Francisco Santos habla claro y duro (no muy fluido y elocuente) pero lo hace con honestidad y lealtad política a unos ideales muy distintos a los de su familia. Se ha convertido en un adalid de las ideas conservadoras y por eso lo apoyo. No obstante, su candidatura, amén de tener muchos limitantes programáticos, políticos y electorales, tiene uno de simple presentación histórica.

Con dolor pero con grandeza es conveniente que dé un paso al costado y, ciertamente, cuando no sea ya demasiado tarde. Su juventud le permite avizorar prontas candidaturas una vez demuestre buenas conductas de gobierno.

Por la oposición no tiene de qué preocuparse que el espectro de la izquierda (incluyendo aquella izquierda de coctel, riqueza y despilfarro de sus parientes) se ha venido desprestigiando por si sola con inusitada velocidad. Los conservadores lo empezamos a ver como uno de los nuestros, los uribistas (que son los conservadores más fervientes y ortodoxos) le quedarán infinitamente agradecidos y los del centro se terminarán inclinando por su candidatura cuando ella no represente los síntomas medievales de la oligarquía bogotana tan fuertemente fustigada por Jorge Eliécer Gaitán.

*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI