RUPERTO DE DEUTZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 30 de Diciembre de 2012

Días de reflexión

 

 

 

En este mes cuando se celebra el nacimiento de Jesús en el portal de Belén de Judea es importante dedicar tiempo a un acontecimiento tan trascendental como la venida del Salvador del mundo, y qué mejor que repasar las palabras de los profetas e evangelistas que habían anunciado la Buena Nueva y escritos como los de Ruperto de Deutz. Son también días de reflexión, en medio del ambiente festivo y ruidoso que se respira en festividades de Navidad y Año Nuevo.   

 

El discípulo que “ha penetrado el misterio de Dios, en el que están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento”. (Col 2,3)        

En proporción a la gracia que hacía que Jesús le amaba y que le había hecho reposar en el pecho de Jesús en Cena (Jn 13,23), Juan recibió en abundancia (los dones del Espíritu) la inteligencia y la sabiduría (Is 11,2) - la inteligencia para comprender las Escrituras; la sabiduría para redactar sus propios libros con un arte admirable.
A decir verdad, no recibió este don desde el momento en que reposó su cabeza en el pecho del Señor, si más tarde lo pudo sacar de su corazón "donde estaban escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia" (Col. 2,3). Cuando dice que entrando en la tumba "vio y creyó", reconoce "que todavía no conocían las Escrituras, y que hacía falta que Jesús resucitara de entre los muertos" (Jn 20,9).
Como los otros apóstoles, Juan recibió la plenitud, cuando vino el Espíritu Santo (en Pentecostés), cuando se dio la gracia a cada uno "según la medida del don del Cristo" (Ef 4,7)... El Señor Jesús amó a este discípulo más que a otros, y le descubrió los secretos del cielo... para hacer de él el evangelista del misterio profundo del que el hombre mismo no puede decir nada: el misterio del Verbo, la Palabra de Dios, el Verbo que se hizo carne.
Es el fruto de este amor. Pero, aunque le amaba, no es a él a quien Jesús le dijo: "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16,18)... Amando a todos sus discípulos y sobre todo a Pedro con un amor de espíritu y de alma, Nuestro Señor amó a Juan con un amor del corazón... En cuanto al apostolado, Simón Pedro recibió el primer puesto y "las llaves del Reino de los cielos" (Mt 16,19); Juan, obtuvo otra herencia: el espíritu de inteligencia, "un tesoro de alegría y de gozo" (Eclo. 15,6).

*Monje benedictino

Tratado sobre las obras del Espíritu Santo