“El conflicto polimórfico que vive el país”
Tras admitir que se violaron todos los protocolos de seguridad en el reciente episodio del gravísimo caso Santrich, el Consejero para el Posconflicto sostuvo que “sería triste y desafortunado que estuviera en Venezuela”.
Si semejante posibilidad recibe del Gobierno el calificativo de “triste”, es apenas comprensible que la tendencia regional (incluyendo el deprimente papel del Grupo de Lima) sea que el régimen chavista se fortalezca en tanto que los aliados que buscan restablecer la democracia en ese país se debiliten en su intento.
En efecto, este tipo de interpretaciones desconocen:
1- Que es altísimamente probable que Santrich esté apoyando los esfuerzos transfronterizos de sus queridos camaradas Márquez, El Paisa, Romaña o Gentil Duarte, aparentemente dedicados, todos ellos, a reconectar, cohesionar y coordinar a las llamadas disidencias;
2- Que tales esfuerzos concuerdan con la idea de que más allá de las conexiones que puedan tener las disidencias Farc con el partido Farc, las Farc siguen siendo lo que siempre han sido;
3- Que todo proceso revolucionario marxista que se respete ha contado siempre con un brazo político y un brazo armado aparentemente desconectados entre sí pero que mantienen una unidad funcional con el fin de acceder al poder.
4- Que, de acuerdo con el momento histórico y el marco meramente circunstancial, el protagonismo de uno puede ser mayor que el del otro, pero lo importante, en todo caso, será el poder: poder económico (drogas, minerales, extorsiones) para facilitar el arribo al poder político, directamente, o mediante creativas coaliciones parlamentarias y electorales.
5- Que las alianzas con actores no estatales (armados, no armados, o mixtos) es un requisito indispensable, de tal forma que no es de extrañar el alto grado de comprensión ideológica y articulación operativa entre Farc y Eln.
6- Que las alianzas con actores estatales como la dictadura de Maduro son ideal, de tal manera que el apoyo que las Farc-Eln reciben del régimen chavista es, en este momento, el principal factor amenazante que se cierne sobre la estabilidad nacional y regional.
Eso significa que semejante simbiosis se enraizará cada vez más en territorio venezolano, desde Zulia hasta Bolívar, erigiéndose como una columna más del sistema de apoyos y control social de la dictadura.
Pero, sobre todo, significa que, si el gobierno colombiano sigue considerando todo este escenario como algo “triste y desafortunado”, jamás comprenderá la naturaleza del conflicto polimórfico que vive el país.
Es decir, seguirá atrapado en la maraña semántico-administrativa de los ‘espacios territoriales de capacitación’, las “zonas de intervención integral’ y la erradicación-resiembra de cultivos ilícitos mientras el proceso revolucionario se consolida, paciente y aplomadamente.
Sober todo, eso: aplomadamente.