Es una verdad de a puño que la seguridad ciudadana es un problema de cuño nacional y que la delincuencia hace presencia en todos los rincones patrios. No es solo Bogotá blanco del actuar delictivo, pero si es esta ciudad la que marca pauta para combatir y hacer frente a todas las modalidades utilizadas por los antisociales. De manera que, por razón o fuerza, la ciudad capital y sus autoridades tienen el grave reto de mostrar resultado en la lucha contra la perversidad en todas sus formas, pues lo que se está viviendo, es de gran caldo y preocupación general.
No vamos a recordar o repasar los últimos acontecimientos que reiteradamente se están presentando en los marcos ciudadanos, pues sería llover sobre mojado; enfoquémonos en presentar sugerencias para lograr tranquilidad y seguridad ciudanía a nivel nacional, tema que necesita el compromiso de todas las autoridades y ciudadanía de bien.
Iniciemos por reconocer que la percepción de seguridad en un concepto bastante etéreo, utilizado para esquivar la dimensión del problema, retórica que debemos evitar en estos momentos aciagos. Es importante reconocer el constante accionar delictivo para enfocarnos en los planes y programas de carácter operativo, haciendo conciencia de las falencias y fortalezas que nos acompañan, donde las primeras, juega favor de los delincuentes, como es la falta de justicia pronta y efectiva, soportada por lugares de reclusión, con condiciones ideales para aplicar los correctivos que contempla la ley, a saber, primero la sanción y luego la resocialización, para que la segunda sea consecuencia práctica de la primera.
Vale destacar que la invasión del espacio público dificulta el accionar de la autoridad y favorece la mimetización del antisocial con el medio, haciendo de los comerciantes aliados obligados del delincuente, así como que la renuencia a la denuncia abre paso a la impunidad (la demora y dificultad es pretexto de la víctima).
También el caos vial es aliado del malhechor, pues a más de poder actuar, le es fácil huir sin persecución. A ello se suma que la insolidaridad ante los ataques a ciudadanos en alarmante. La desidia y falta de compromiso de las personas con su propia seguridad es fatídica.
En resumen, son prolijas las falencias.
En cuanto a fortalezas tenemos la colaboración ciudadana, léase frentes de seguridad, programa concebido por la Policía Nacional como medio para lograr un tejido social frente a la amenaza delictiva. Disponemos de una institución policial profesional y comprometida con su misión, como es la salvaguarda de la ley y bienes ciudadanos.
En algunos municipios existen secretarios de seguridad que administran y apoyan con recursos los planes y programas proyectados por las autoridades y adquirimos conciencia nacional que la seguridad es transversal, comprometiendo todas las secretarias de una administración municipal y, además, profundizando la noción de es urgente contar con un sistema penitenciario y carcelario que escale ese menester sentido en todo el país.