Hace algunos años, “no muchos”, en la Estación 100 de la Policía Bogotá, los telefonistas recibían el llamado del ciudadano que clamaba auxilio o ayuda, anotaban la información en un papelito y lo colocaban sobe una banda sin fin, que lo trasladaba al radio operador, quien se encargaba de comunicar la situación a las patrullas de la respetiva jurisdicción; el oficial de vigilancia inmediatamente prendía las luces intermitentes, activaba sirenas y partía raudo hacia el lugar de los hechos, donde lo esperaba la comunidad con los agentes recorredores del sector, que ya habían adelantado las primeras averiguaciones. En variadas oportunidades se trataba de ladrones en residencia, ante lo cual el oficial y sus hombres iniciaban una ronda pormenorizada en la residencia indicada, que de no lograr resultados positivos, se extendía si era necesario a toda la manzana.
Eran otros tiempos y se trabajaba con la uñas, pero los vecinos de la cuadra o todo el barrio acompañaban e informaban, involucrándose en la búsqueda y cuando se lograba capturar a estos antisociales, las víctimas y testigos se trasladaban junto con el oficial a la comisaría para instaurar la correspondiente denuncia. Nada de excusas, ni pérdida de tiempo, o frio, en ocasiones se amanecía cumpliendo los rigores de ley.
Me pregunto porque hoy, apoyados en la tecnología existente, no logramos los resultados de antaño, ni conquistamos el compromiso ciudadano ante estas amenazas y otras de mayor calado. Urge lograr el compromiso de la comunidad con las autoridades para cerrar el paso a la delincuencia común, que se está desbordando en detrimento de la seguridad ciudadana. El compromiso ciudadano es grande y no pueden los vecinos ampararse en la excusa tan trillada, dirigida a protestar por falta de policía. No, si una comunidad se ha organizado, por si sola adquiere la capacidad de proveerse su propia seguridad, pues los antisociales de todas las pelambres se percatan de estas organizaciones barriales y zonales, que sustentadas en tecnología, sin tener que enfrentar sus agresores, apoyan las investigaciones que adelantan las autoridades.
Evoquemos el pasado. Si cada edificio, conjunto residencial o cuadra, asesorada profesionalmente provee cámaras estratégicamente instaladas, con buena resolución, cubrimiento adecuado, respaldadas en horas de grabación y además enlazadas con la policía, tendremos vigilancia permanente. Se hace menester claro está, que vecinos regalen un poco de tiempo monitoreando sus pantallas, labor que a más de entretenida permite conocer la zona.
No es perdonable que con los medios de comunicación actuales, las cámaras institucionales, las particulares y los recursos de locomoción, no puedan las comunidades organizarse creando estrategias de respuesta y alerta tanto al interior de sus residencias como al exterior. Los botones de pánico en los edificios son un recurso invaluable de auxilio. La situación no da espera. ¿Dónde están los líderes?