Un nuevo semestre académico en la búsqueda del saber superior está comenzando esta semana, en la cual, las 289 Institutos de Educación Superior (IES) del país han desarrollados procesos para vincular o continuar con docentes comprometidos con su propio desarrollo y con su conocimiento intelectual, ya que su avance será el de sus estudiantes y el de las propias instituciones.
Los profesores, a partir de prácticas investigativas, docentes y de proyección social e internacionalización, desarrollan su labor encaminada a la búsqueda de la verdad y a la formación de los jóvenes como personas de bien.
Sin confundir las IES con un tercer nivel de enseñanza, sino con el desarrollo de las competencias profesionales dentro del Marco de Cualificación, el universitario auténtico, es decir el maestro, profesor y docente (no todos logran ser maestros en su asignatura o espacio académico), se han de preocupar de la res publica scientiarum, es decir, de la cosa pública de la ciencia, cual es, generar aportes en el saber, pues no es para nada aceptable que un docente incluya el mismo contenido en diversos espacios académicos, continúe con las mismas fichas u hojas de papel periódico apergaminadas por el paso de los semestres o se quede con la rutina de ser un “profesor karaoke”, que solo quiere caer en la nota en los textos de sus diapositivas. Eso es lo que desnaturaliza la vida académica y los fines de la docencia universitaria.
Eso, me hace recordar un discurso de 1980 de San Juan Pablo II ante la Unesco en París, cuando insistía en la labor social de la educación, afirmando una frase que sigue siendo actual casi cinco décadas después: “…es necesario que el hombre sepa ser más, no sólo con los otros, sino para los otros…”.
La docencia y, más aún, la docencia universitaria es y debe ser una labor profunda, que debe comprometerse con el “crecer en el saber”, enseñando con profesionalismo, cuidando los detalles de la clase y, desarrollando su trabajo con puntualidad, orden y responsabilidad.
Decía el filósofo español Leonardo Polo, que hablar de la labor del docente a los docentes era como vender miel al colmenero, pero, desafortunadamente, hay docentes que no comprender que enseñar es un modo de ser y crea carácter, no sólo refuerza el propio, sino que fortalece el de los estudiantes.
Desde hace treinta años comencé a ejercer la docencia. Mis estudiantes de último semestre de derecho eran mayores que yo y eso me hacía esforzarme por dar más en mis sesiones en el aula y, por eso es tan importante profesionalizar la docencia de quienes tenemos otras profesiones de origen. Por eso, cuando alguna persona me llega con la frase: “Deme unas horitas de clase que estoy varado y necesito 5 años de experiencia docente para tener un cargo público”, lo descarto de inmediato, porque ser profesor universitario, con todas las de la ley, implica desarrollar habilidades particulares y tener una vocación, pero, por, sobre todo, volviendo a Polo: “Ser docente es casi hacer un voto de pobreza”. He ahí la “heroicidad del docente”.