Llegó el 7 de agosto con una cascada de anuncios sobre lo que será el nuevo gobierno de Colombia. Todo pinta con buenos augurios, que van desde la paz -así sin calificativos-, reducción de la pobreza, empleo, salud, educación, producción agrícola, reforma tributaria estructural, defensa del ecosistema, fuera días sin IVA y tantas cosas más que devuelven el ánimo a los colombianos que votaron por Petro o contra él.
La confianza se afianza y la esperanza crece, aunque muchos siguen apegados al desprestigio que reinó durante la campaña.
Álvaro Leyva, José Antonio Ocampo, Cecilia López, Susana Muhamad, Carolina Corcho y la poeta Patricia Ariza, conocidos hasta cuando escribí esta columna, son muestra clara que Petro viene con un equipo brillante, capaz y certero.
La agricultura, abandonada durante cuatro años, será piedra angular para controlar la inflación que nos tiene en vilo. De inmediato empezarán las siembras de corto plazo, con insumos y créditos baratos. La tierra no será expropiada, pero pagará altísimos impuestos si permanece ociosa.
Del canciller Leyva, ni hablar. Ya empezó a trabajar por la paz, de la cual es experto. Recuperará el prestigio de la diplomacia colombiana. Las relaciones con Venezuela serán objetivo inmediato para normalizar la extensa frontera que nos separa.
José Antonio Ocampo, el hombre de la plata y el desarrollo, reafirma que seguiremos exportando petróleo y explorando gas, pero sin acudir al fracking como lo plantea la minambiente Susana Muhamad, que sacará de taquito al glifosato y las prácticas nefastas del narcotráfico y la minería ilegal.
Carolina Corcho, con su maletín médico, pondrá en cintura a las EPS, que calificó como simples intermediarias con hospitales y centros de atención malogrando los servicios eficientes de salud. Se aplicará marcada diferencia entre cobertura y acceso a la salud.
Son centenares los propósitos de Petro y su gobierno. Hasta los incrédulos pausan sus recelos y escepticismos, porque encuentran otro panorama en el firmamento, que nos abrirá las puertas hacia una nación próspera, con igualdad, producción, empleo y democracia, abrazando la paz que por poco se vuelve trizas.
Sin embargo, la reforma tributaria, preocupa y agobia, especialmente a los pensionados, quienes tras años de trabajo, esfuerzo y abnegación entregaron sus años productivos y sus ahorros, y podrían quedar en la indigencia. El ministro Ocampo estima que 8, 10, 12 o 14 millones son una fortuna para un jubilado. A ellos les quitan 12% para salud, deben asumir salud prepagada, estudio de sus hijos menores, cuotas de sus viviendas con sus impuestos, y tantas cosas más. Los reajustes anuales son irrisorios en comparación con los demás empleados. Otra cosa son las pensiones de 18 millones al infinito, de los privilegiados. Seguramente esto será tomado en cuenta y se haga justicia con ellos.
Seguramente esa inquietud, como otras de igual monto, serán despejadas por Petro y su equipo. Espero otras inquietudes.
BLANCO: Guaidó perderá el control de Monómeros. Así abaratarán los insumos agrícolas
NEGRO: Los cuatro años asaltando los fondos de la paz. ¡Con corrupción se quiso hacerla trizas!