El 25 de agosto las mujeres colombianas cumplimos 70 años de haber obtenido, en la Asamblea Nacional Constituyente de 1954 (ANAC), nuestra ciudadanía y, con ello, naturalmente, todos los privilegios y obligaciones que esto conlleva; entre ellos, el derecho a votar y a ser elegidas para cualquier cargo político en el gobierno.
El 25 de agosto de 1954 fue el día más importante que las colombianas hemos vivido: el día cuando finalmente, luego de ser ignoradas por siglos nos reconocieron nuestra igualdad civil ante los hombres. Sobre este gran momento trata detalladamente mi libro La revolución de las sufragistas, publicado por la universidad EAN. Allí destacó 10 de las más importantes sufragistas, entre ellas mi madre, Bertha Hernández de Ospina.
Lo más importante de ese momento fue la unión de miles de mujeres de todos los extractos sociales, desde las más humildes hasta las más “encopetadas”, de todas las edades, razas y de todos los pensamientos políticos, de la extrema derecha a la extrema izquierda.
Miles de mujeres llenaron las plazas, las calles y las barras del salón de la Constituyente, demandando igualdad. Fueron cientos de líderes femeninas, de todos los lugares de Colombia, las que se manifestaron, unas con el apoyo de los hombres de sus familias, otras en su contra, como lo cuento en mi libro. Hubiera querido escribir sobre muchas más, todas valientes, brillantes, y de una personalidad arrolladora. Hoy, analizando la actuación de las mencionadas en el libro y todas las demás, admiro y agradezco sus logros y su insistencia.
En la actualidad las mujeres, sobre todo las jóvenes, no entienden la importancia de ese momento histórico, porque en su mayoría no saben o no entienden que antes del movimiento sufragista y la encarnada lucha de la mujer por obtener el reconocimiento de igualdad ante los hombres éramos consideradas, no solo en Colombia, sino en el mundo entero, como niñas incapaces de tomar decisiones sensatas, administrar nuestro dinero, o asimilar una educación igual a la que obtenían los hombres.
La mujer pertenecía al hombre, “responsable” por ella, ya fuera este su padre, marido, hijo o hermano. Su dedicación debía ser exclusiva al servicio del hogar, “para que no se corrompiera”. Éramos poco más que esclavas, y así debíamos actuar, con sumisión total. ¡Ay de aquella que se atreviera a contradecir las ordenes decretadas por quien la gobernaba!
Así que este aniversario es para celebrar y jamás olvidar que este, como todo derecho se debe defender a capa y espada, porque aún algunos hombres no lo han entendido, de ahí la violencia que ejercen sobre ellas. No es posible que uno de los crímenes más espantosos que hoy enfrenta nuestra sociedad sean los feminicidios, asesinatos de mujer por el hecho de ser mujeres, y la violencia contra las féminas, por parte de sus familiares o “enamorados”, no pocas veces el padre o el marido.
En Colombia, nos queda aún mucho camino por recorrer en el ámbito político. Claro que en 70 años hemos avanzado mucho. Hoy ya representamos más del 30 por ciento en posiciones de alta responsabilidad. Sin embargo, nos falta llegar a la Presidencia de la República, pero creo que estamos cerca de lograrlo. Ojalá se una mujer que nos represente con dignidad, honor y honestidad.