…por la ciudad no escampa”; y no me refiero al clima, sino a la inseguridad que golpea en los territorios, infestados de la violencia desatada por 300.000 hectáreas de coca y sus negocios subsidiarios, como la minería ilegal, la extorsión y el secuestro; violencia que, por una suerte de “vasos comunicantes”, golpea igualmente en las ciudades, infestadas de bandas del microtráfico.
Según cifras de la Policía Nacional, el asesinato viene presentando alguna disminución frente a 2022, pero no para alegrarse, pues entre enero y abril completamos 4.119. Entre las ciudades, Bogotá lidera la lista con 341 homicidios intencionales, 118 con “arma blanca”, un eufemismo macabro para el “acuchillamiento”, 184 con arma de fuego y 39 por otros medios. Cali, que cabe algo más de tres veces en Bogotá, es la ciudad más peligrosa con 332 asesinatos, seguida de Cartagena con 120, Medellín con 112 y Barranquilla con 110. Estas cinco capitales suman el 25% del total de asesinatos.
La desastrosa situación actual de inseguridad en las ciudades es multicausal. La pobreza es una de esas causas, por supuesto, sobre todo si a la nuestra debemos sumarle la de los inmigrantes venezolanos, con una participación cada vez mayor de esta población desarraigada en los altos niveles de violencia urbana.
Sin embargo, si los cultivos ilícitos y el narcotráfico son el mal de males en los territorios, el microtráfico lo es en las ciudades, replicando el modelo de control territorial y de dominación social mediante una combinación de violencia que, además del asesinato, incluye el reclutamiento de menores convertidos en adictos, la extorsión al comercio, el robo, la trata de personas y cuanta conducta criminal permita su condición sanguinaria y armada frente a comunidades inermes.
Además de la distribución minorista de la droga, estas bandas se “especializaron” en la extorsión como ingreso complementario. En todo el país, con un subregistro altísimo e imposible de estimar, durante 2022 se presentaron 8.745 denuncias. Pues bien, entre enero y abril ya vamos en 7.616, un 87% del total del año anterior. De seguir la tendencia, una simple regla de tres nos indica que podríamos llegar a diciembre con más de 22.000 denuncias.
No es imposible; en Bogotá aumentó el 3,9% durante el primer trimestre de 2023. En Medellín el ¡258%!; y los signos de admiración no son suficientes para Barranquilla, donde la extorsión creció, entre enero y abril, un ¡443% frente al mismo periodo de 2022, repito, con inmenso subregistro y afectación mayoritaria en barrios populares; una especie de extorsión “gota a gota” de baja cuantía, pero de gran impacto social en comunidades necesitadas de apoyo, que no de esta criminal exacción de sus ya escasos recursos.
No es en vano que, en la última medición del índice mundial del crimen organizado (2021), realizada por la Iniciativa Global contra el Crimen Transnacional Organizado, ocupemos el segundo lugar entre los 193 Estados de la ONU. Somos el tercer país con más actores criminales, con una calificación de 9,5 sobre 10 en tráfico de cocaína y de 8,0 en tráfico de armas y cannabis.
El Índice de Paz Global, elaborado por varias entidades internacionales especializadas, con datos de la Unidad de Inteligencia de The Economist, “mide el nivel de paz y la ausencia de violencia de un país o región”, y en ese ranking obtuvimos, para 2022, el deshonroso puesto 144 entre 163 países.
¿Cómo nos ve el mundo?, ¿qué nos indican estas mediciones? Algo realmente desesperanzador; nos muestran lo cerca que estamos de convertirnos en un narcoestado sin porvenir y, sobre todo…, lo lejos que estamos de la prometida paz “estable y duradera”.
@jflafaurie