“Sin justicia no hay país”: Fue uno de los postulados sustanciales a los que nos llevó el doctor Gabriel Melo Guevara en la presentación de su libro ¿A dónde vas democracia?
El autor nos ilustró en diálogo con los panelistas que las marchas, como las de hoy en Colombia y en otros países, a veces son la negación y otras veces afirmación de la democracia.
Desafortunadamente cuando hay unanimidad en determinadas leyes en la práctica no se lleva a cabo. Otras veces, las cosas importantes solamente merecen una atención mínima. También hay leyes especiales que son fenómenos extraños en una legislación universal.
Hoy día saltamos de la época de los Picapiedra a la alta tecnología, sin necesidad de levantar la mano, para conocer la voluntad del que no está de acuerdo y del que sí, se puede efectuar una votación simultáneamente mediante un twitter, lo que se exprese en Colombia se conoce rápidamente en otros países.
Puede faltar el ejecutivo, el legislativo, pero jamás se podrá renunciar a la justicia. Sin justicia habrá un retroceso a la barbarie.
Como en el caso de los trogloditas donde opera la fuerza bruta, llegando en otras comunidades hasta la venganza con la idea equivocada de que se está haciendo justicia.
Ya lo decía un destacado líder: “el poder se ejerce con la punta del fusil”
La Biblia nos trae un ejemplo contundente, donde se escribe el recurso que utilizó Salomón, rey de Israel, para averiguar la verdad en un caso judicial que se le presentaba: la disputa entre dos mujeres, el hijo de una de las cuales había muerto, ambas decían ser la madre del niño vivo.
Entonces el rey pidió al guardia, traedme una espada, enseguida dijo: Partid en dos al niño vivo, y dad la mitad a la una y la otra mitad a la otra.
Así la mujer de quien era el hijo vivo suplicó al rey, “no lo matéis, dad a aquella el niño vivo”
De este modo el rey exalta la justicia y la sabiduría de quien ejerce el poder legítimo, resalta el valor de la abnegación del amor maternal, de la madre que prefiere renunciar al propio derecho por el superior interés del hijo, en contraste con la maldad de la envidia, que prefiere el mal ajeno aún sin provecho propio.
En cuanto a las elecciones democráticas, cuando se da la compra de votos, tanto el que compra como el que vende se convierten en cómplices. La compra del voto deslegitima la ley, así nunca existirá una democracia.
En Colombia no puede seguir existiendo la diferencia de clases al estilo indígena, atacando la intercomunicación. Debe existir un vocero que agrupe la voluntad de ellos. Sería maravilloso crear un Ministerio de asuntos indígenas.
El doctor Gabriel Melo Guevara concluye en su obra: “es necesario comenzar estableciendo en la democracia cuáles son sus componentes esenciales, cómo se relacionan entre sí y en qué momento la degradación de uno de ellos desvirtúa la idea completa”.