En nuestra columna pasada escribíamos sobre el fenómeno creciente y asfixiante de la mendicidad. Pero hoy seremos más pesimistas (alguien dijo que el pesimista era un optimista bien informado): estamos viviendo en una sociedad tristemente enferma. No solo lo digo por los cientos de pacientes -no tengo usuarios, sino pacientes- que en dos turnos semanales atiendo, la mayor parte mujeres desvalidas, impotentes, madres cabezas de hogar, despedidas enfermas o embarazadas (casi todas ellas con patologías relacionadas con manguito rotador, túnel carpiano y epicondilitis bilateral, enfermedades de último grito de moda), a quienes el mecanismo de la tutela “les cae como pedrada en ojo tuerto”, y no entiendo cómo sobrevivía la gente enferma antes de ella, cuando las clínicas y los médicos no se dignaban atender a los pobres, así se les murieran en la sala de espera.
Pero en materia del derecho laboral y la seguridad social no solo hay enfermos físicos. También hay enfermos morales, como la muchacha que me confesó que, siguiendo los consejos de una amiga, “se hizo embarazar para que no la echaran del trabajo”-como si la sagrada merced de la maternidad se pudiera feriar al primer postor- o como el trabajador embustero que para lograr una cuantiosa conciliación ante el Ministerio del Trabajo llegó rengueando, en muletas y al salir, con el cheque en el bolsillo, recogió sus muletas y se fue caminando tranquilamente, como si nada.
O como los miles de enfermos que exageran sus síntomas para tratar de enredar a los médicos al momento de la valoración de su pérdida de capacidad laboral y en el dictamen les aparece un patético y lapidario “0% de PCL”. Así fue que se inspiró el Cómico Vinagre, cuando un paciente le decía al médico, apuntando y repasando su aporreada anatomía con su dedo: “doctor, me toco acá y me duele, aquí y me duele, acá abajo, y también me duele”… y el galeno le diagnosticó fractura en la falange índice derecha.
O enfermos morales como los trabajadores que se la pasan buscando licencias de incapacidad - y llegan a conminar a los médicos para que se las renueve periódicamente- o como los trabajadores sindicalizados que se la pasan en uso de permiso sindical, con tal de no trabajar, o como los que piden convencionalmente retribución o bonificación por cualquier cosa - de ello he sido testigo en empresas donde prestamos nuestros servicios- y fue así como provocaron nuevamente la intervención de cómico de marras para decir que “había un sindicato tan resabiado que cuando había eclipse total de sol iban en masa a Recursos Humanos a pedir el pago por recargo nocturno extraordinario”. Con detallitos así fue como lograron acabar con muchas empresas en este país.
Post-it. Vaya fenómeno el de la valiente niña sueca Greta Thunberg -hija de afamados actor de cine él, ella cantante de ópera- y fundadora, alma y motor de su “Huelga Escolar por el Clima”. Su sola presencia, niña frágil y tierna, atrapada por el síndrome de Asperger -trastorno del espectro autista- hacen de ella, además, un símbolo, y no en vano ha sido postulada (y seguramente obtendrá) el próximo Premio Nobel de Paz. Y hasta el indiferente Donald Trump tendrá que escucharla, así sea todo él una tapia de concreto.