Que la seguridad se ha convertido en punto de quiebre y suma importancia para el país es una verdad de puño; en los últimos años la ciudadanía ha debido soportar un incremento desbordado contra su tranquilidad y seguridad, venido del accionar delictivo en diferentes frentes y con disímiles estrategias, que tiene alarmada la sociedad y muy preocupado al andamiaje administrativo tanto Nacional como Departamental y Municipal, a tal punto que unidos con la fuerza pública y Fiscalía General de la Nación buscan salidas estratégicas que permitan controlar y combatir todo tipo de organización delictiva que pretenda actuar en el territorio patrio.
Independiente de las grandes alteraciones del orden público que debimos vivir, generadas por el paro y otros llamados a la protesta pacífica, que tanto alteraron la tranquilidad, generando desconcierto, caos y vandalismo en las ciudades capitales, la delincuencia común y organizada hace presencia permanente en detrimento de los ciudadanos de bien, generando un estado de alarma, zozobra y abandono en las comunidades, que claman protección y presencia de la fuerza pública, especialmente la Policía, requiriendo de las administraciones acciones de respaldo y apoyo a las fuerzas del orden.
Sería saludable hacer un somero análisis de la situación y algunos escenarios que la rodean; los invito a evaluar el desgaste de la Policía Nacional en su imagen y doctrina, al enfrentar las turbas y grupos de agresores que atentaron contra la infraestructura, el comercio, la industria y la misma autoridad, actuaciones donde la agresión contra los uniformados se salió de madre y llegó a extremos perversos, obligado a reacciones desesperadas por parte de la institución que buscaba defender la vida, honra y bienes de los ciudadanos. Resistencia utilizada por los revoltosos, las redes sociales al servicio de la anarquía y la misma prensa que no fue ecuánime para potenciar las equivocaciones o actuaciones desesperadas de los hombres de verde oliva, escenario que género rechazo ciudadano sin mayores evaluaciones, pero que dejo una sensación de abandono e indolencia ciudadana, que la institución soportó con estoicismo, olvidando el oprobio y acogiéndose a la ley.
Ahora viene la seguridad ciudadana. Vemos la policía olvidando y restañando lo pasado, sosteniendo la vocación por el servicio, para defender la comunidad; son muchos los delitos y las organizaciones delictivas potenciados en época de paro y pandemia. El reto es grande pero el compromiso obliga, se estudiaron y evaluaron las estrategias, existen alianzas y compromisos entre fuerzas y administraciones, la información es hoy inteligencia pura, esperan la presencia permanente de la justicia, que avale, respalde y fortalezca los procedimientos, unos medios de comunicación presentes e imparciales que informen y no juzguen así como organización y adaptación de centros destinados a la reclusión para certificar proceso e investigaciones seguras y expeditas.