La relevancia de las tecnologías disruptivas en la educación superior debe estar unidas a un sistema de aseguramiento del aprendizaje, tanto en el contexto de las instituciones, como en la evaluación de las formas de enseñar y en los propósitos de la metodología de enseñanza, que permitan claramente identificar las consecuencias de una formación altamente cambiante, la que, sin embargo, requiere ser dirigida y estar contextualizada con una retroalimentación o feedback oportuno.
Enseñar es darnos a pensar frente al ingente consumo de información, frente al adiestramiento en competencias y habilidades para el mercado, frente al formateo de las mentes de la esfera mediática y el consumo acrítico de ocio cultural. Ante todo ello, el gran desafío hoy es darnos el espacio y el tiempo para ponernos a pensar; ahí es donde surge también como una tecnología disruptiva en materia de educación superior la neuroeducación, qué va mucho más allá de una moda porque ha llegado para quedarse, no obstante qué la actividad del cerebro humano, como uno de los sistemas más complejos que existen en el mundo de la naturaleza, y no solo por lo que se refiere a los millones de neuronas y sinapsis, sino también por su organización y su constante evolución, hasta ahora estamos explotándolos en materia del conocimiento en la educación superior, y de buscar en los estudiantes que se forjen en una mentalidad de crecimiento, en la que tengan plasticidad cerebral, al igual que un incremento de las capacidades cognitivas a través de la experiencia y el aprendizaje, y en que se motiven para aprender nuevas habilidades, e incluso recuperar algunas que han perdido en el curso de su vida.
Lo importante, es poder generar un aprendizaje significativo dónde las tecnologías de la información y la comunicación cumplan un papel activo en el ambiente educativo y hagan parte del andamiaje para la construcción del conocimiento, como son los (i) entornos de organización semántica, dónde están relacionados con la representación del conocimiento, el análisis y el procesamiento de información; (ii) Los entornos de modelado dinámico, que permiten cierta manipulación dinamismo y versatilidad gracias a la posibilidad de modificación de parámetros y datos; (iii) Los entornos de interpretación de información, relacionados también con la representación del conocimiento y con la visualización; (iv) Los entornos de construcción del conocimiento, dirigidos al acceso y comprensión de información y, a la creación y producción y, (v) los entornos de comunicación y colaboración, que potencian la conversación, la compartición, la comunicación y la expresión.
Estamos así en una cultura de transición, o más bien, delante de una Neo cultura, dónde las pedagogías emergentes recogen un conjunto de enfoques e ideas que surgen alrededor del uso de las tics en educación y que desean aprovechar un potencial de información comunicativo, colaborativo, interactivo, creativo e innovador, en el marco de una nueva cultura del aprendizaje, donde la metacognición y el compromiso con el propio aprendizaje por parte de los estudiantes debe ir más allá del curso, del aula, de la evaluación y del currículo prescrito.