“Farc deben encontrar un verdadero comandante”
Después de tanto jaleo, negociación y discusión interna, la Farc ha decidido quedarse sin candidato.
Durante los últimos años, ellos repitieron incansablemente desde La Habana que lo importante ya no eran las balas sino los votos.
Sus áulicos repicaban compulsivamente que preferían verlos en la política y no en el monte.
Muchos acólitos alegaban que la democracia debería estar dispuesta a tolerar la impunidad a cambio de su conversión.
Pero, de la noche a la mañana, una lamentable dolencia coronaria interrumpe semejantes ilusiones.
¿Cómo explicar que, a sabiendas de su cardiopatía, Timochenko se hubiera empeñado en consolidar su hegemonía interna, privando a la organización de una candidatura sin tropiezos?
¿Cómo es posible que la Farc no haya encontrado un sustituto entre sus múltiples combatientes de trapo rojo, o de cuello blanco?
¿Cómo se le puede negar a la sociedad el privilegio de contar con un candidato suyo para demostrarle al mundo que Colombia es ahora una sociedad sin conflicto armado y un paraíso de la convivencia pacífica?
¿Cómo pueden empañar con su indiferencia electoral la figura del presidente Santos, cuyo legado tenía que medirse en función del cambio de misión y de visión de la agrupación violenta?
Porque si no hubiese quién pudiera recoger el estandarte y continuar la larga marcha hacia el poder, semejante situación se entendería.
Pero si en el Secretariado proliferan las estrellas de la heurística política, ¿cómo puede la Farc generar ese vacío que tanta tristeza causa entre los millones de electores dispuestos a depositar su voto por la refundación del Estado?
El asunto se complica aún más porque muchos podrán pensar que unos cuantos huevos y tomates recibidos en las calles fueron suficientes para doblegar la voluntad de un partido inspirado en el leninismo estalinista y la irreductible revolución bolivariana.
Por supuesto, no bastará con adherir a Gustavo Petro porque, a pesar de sus intachables afinidades y concordancias, muchos votantes piensan que él tan solo se dedicará a reproducir en Colombia el modelo madurista que ya ha fracasado en Venezuela.
En resumen, el Comité Político Nacional de la Farc tiene la obligación moral e intelectual de devolver la ilusión a los militantes y encontrar a un verdadero comandante dispuesto a liderar el mítico proyecto iniciado en el cuartel Moncada y en la gloriosa república de Marquetalia.