Se anticipó, y de qué manera el revolcón en la política colombiana, con todos los vicios y aciertos que aparecen en la medida en que se toma la recta final para disputarse presidencia, cuerpos colegiados, gobernaciones y alcaldías.
Una gran lupa empieza a enfocar los presupuestos, los contratos, las prebendas y toda esa suerte de lisonjas que se desprenden del mayor o menor número de votos que los comicios registren.
Por ello, no debemos extrañarnos de lo que se observa en estos momentos de efervescencia. Los partidos han dejado de existir. Ahora surgen movimientos, movimienticos y reuniones de garaje, a través de los cuales se lucen algunos, se hacen notar otros y se desprestigian los demás. Las normas que tanto trabajo representaron para los dirigentes y para el Congreso, no se aplican, porque de cubiletes salen inventos para tratar de burlar lo existente y ganar a como dé lugar la materia prima: los esquivos votos.
Firmas, encuestas, valoraciones, varones, compra y recompra de votos, dineros de aquí y de allá, buenos, regulares y malos, adquieren su validez.
Lo que más convenga a los influyentes “varones”, se convierte en “regla de oro”. Los de arriba, con dinero, barren. Esa es la política actual.
La lupa está ahí. Vigilante, nerviosa, al acecho. Hay mucho en juego. Las varas de premio, los grandes botines, los incalculables presupuestos y las venideras reformas tributarias compensarán los gastos de campaña.
En la opinión pública, en los medios y en general por donde quiera que se camine, reinan mensajes verdaderos, posverdades y engaños, acompañados de camisetas, tamales, dinero acido, pliegos para firmar, promesas y palabrerías, como atarrayas para pescar incautos y no incautos.
Al lado de todo lo anterior, con asombro los electores y las gentes en general, empiezan a ver cómo sus líderes toman forma de veletas. En el Congreso aplican “radicales cambios”, según vayan las encuestas.
Cambian respaldos y respaldados, según las circunstancias. Acérrimas enemistades se “pican los ojos” y melosamente se toman de las manos, en la medida en que se acercan las elecciones. Al tal por cual, lo adulan y lo “gradúan” de entrañable amigo, gran administrador e indispensable salvador de la patria.
Antañas amistades y estrechos abrazos, desaparecen amparados por traiciones y palmadas en la espalda con puñal incluido. Para sobrevivir hay que atacar la paz, la convivencia y a Santos.
Esos son los líderes expertos en “emberracadas”, para desbocar a las gentes hacia las urnas, los que engordan en rediles a los ingenuos que creen en su rectitud y en su fidelidad. Los que tienen un ojo y perrero, para cuidar sus huestes, y otro para atrapar sufragios de antiguos enemigos.
Esa es la política que vivimos.
Simpatías, engaños, emberracadas, traiciones, ventajas y lupas, ya están entre nosotros.
BLANCO: El blindaje que le dio la Corte a la paz. Triunfó la sabiduría sobre la politiquería.
NEGRO: La lamentable partida del gran amigo Juan Mendoza Vega. Socio ejemplar del CPB. Paz en su tumba.
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