Todo estaba cantado. El tristemente célebre intérprete criollo del bolero “Quizás, quizás, quizás”, Jesús Santrich (alias Seusix Pausias) lo tenía fríamente calculado: tenía que aprovechar la coyuntura del alboroto del desfile del orgullo gay para hacerse el marica, escabullírsele a su esquema de seguridad y perderse de Colombia con rumbo al santuario que tienen instalado en Venezuela, donde ya debe estar hartando ron y mascando maracachafa a tres manos con Iván Márquez y El Paisa, conformando así la Santríchima Trinidad de las extintas Farc. Y no deben estar pasando angustias económicas, pues seguramente estarán muy cerca de alguna de las caletas supérstites del proceso de paz que más temprano que tarde decidieron traicionar con el trivial argumento de “falta de garantías”.
Recordemos que el Consejo de Estado había decidido mantenerle la curul porque para decretar la pérdida de investidura debe demostrarse el dolo o la culpa del futuro congresista para no querer acceder al cargo, y como estaba privado de la libertad por autos de autoridad, es decir, la medida de aseguramiento configuraba exactamente el eximente que necesitaba el antiguo guerrillero y actual delincuente para quedar en libertad. Y después la Corte Suprema de Justicia ordenó la libertad inmediata del encartado por el debido proceso, y lo graduó de aforado en su novedoso status de parlamentario, al que sí le aplicarán las dos instancias.
Pero el Santrichicharrón que tenía ante sí la CSJ era enorme: frente a las evidencias del encartado por continuar narcotraficando después de la raya límite de tiempo trazada por el Acuerdo Final y frente al repudio general que generó su decisión de decretar la libertad del exguerrillero, no tendría opción distinta de ordenar su detención preventiva la próxima semana, cuando estaba fijada la audiencia de formulación de cargos.
No hacerlo, sería para la CSJ enterrase la puñalada marranera, pues el país entero no lo iría a tolerar. Y hacerlo, es decir, ordenar la medida de aseguramiento- con alto riesgo de extradición- le conllevaría la furia de las Farc, de la JEP, de todos los Santos, del abogado Santiago, de las ONGs, es decir, quedaba entre la espada y la pared, y la “volada” de Santrich en la madrugada del lunes festivo fue lo mejor que le pudo haber ocurrido a la CSJ, quedó como una reina, pero todo este entuerto, al mismo tiempo, se constituyó en otro golpe artero para la menguada credibilidad del proceso de paz que lideró la misma Santríchima Trinidad.
Post-it. ¿Dónde irían a la escuela los periodistas y altos dignatarios, quienes a diario cometen el lapsus calami de decir “han habido”? ¿De dónde sacaron esa N tan miedosa? Creo que de la Escuelita de Doña Rita, y así se graduaron. Debemos darnos por bien servidos con que no usen el “hubieron”, o como escupió la otra vez, muy orondo, un Honorable Concejal de Bogotá (de cuyo nombre no quiero acordarme) haciéndole un homenaje al Dr. Gabriel Melo Guevara: “Los miembros y miembras del Partido Conservador, presentes”, y al Dr. Melo se le alborotó la tos nerviosa y casi se cae de la tarima en que estaba montado.