Tres horas y cuatro tintos | El Nuevo Siglo
Viernes, 1 de Junio de 2018

El expresidente Gaviria debe estar adolorido, desorientado y con fuertes traumatismos, tras su temeraria actuación saltimbanqui y desconcertante contorsionismo político.

Primero abandonó al candidato de su partido durante la campaña electoral. Fueron contadas sus apariciones en la plaza pública. Se guardó para la función final de lunes 28. Desechó a De la Calle, a Cristo y a los afiliados al legendario partido Liberal. Se tomó todo el tiempo para preparar uno de los más extensos documentos políticos de la historia reciente. En ocho o diez páginas, a cambio de nada, resumió su entrega y la de su partido a Duque, cuando apenas se conocía el triunfo uribista.

Los liberales quedaron atónitos ante semejante voltereta. Se preguntan cómo los Picapiedra: ¿Qué vendrá después? ¿Favores políticos? Poder dentro del trono. ¿Posiciones personales o familiares? Nadie se lo explica, pero esa actitud ratifica la creciente desconfianza de la gente en sus dirigentes, en sus diezmadas agrupaciones políticas.

Mientras nuevos grupos -excepto el uribista con su disciplina para perros- no florecen, los tradicionales partidos reciben por acción de sus directivas, entierros de tercera.

El partido Liberal ya no es opción de poder y resulta inexplicable que otras de las nuevas alternativas que salen vibrantes a buscar nuevos horizontes, estén en poder de directivos inferiores a las circunstancias. Fajardo, por ejemplo, en quien muchos colombianos tenían puestas sus esperanzas, para salir de la funesta polarización en que nos ha sumido el uribismo, deja el carro sin dirección. Todos sus seguidores, quedaron absortos, cundo los envió a votar en blanco. Esta era una opción válida para salir del atolladero, hasta cuando la Registraduría cambió irreglamentaria e inconstitucionalmente las reglas del juego: ¨el voto en blanco no tiene ningún efecto¨. Es decir el elector no tiene sino a Petro o a Duque. No permitieron que el criticado castrochavista nos llevara a Venezuela, con lo que tanto se nos asustó. Desde ya nos han aplicado la formula electoral de Maduro.

Estamos en una sin salida. Caminamos hacia la guerra, el desplazamiento, la conculcación de los derechos, las chuzadas y todas esas prácticas que iluminaban los ojos del ex presidente Uribe, cuando celebraba la llegada del liberalismo, el conservatismo,  cambio radical, la U y tantos otros movimientos que buscan posiciones, contratos, mermelada y esas cosas que se denominan corrupción.

Duque es un joven limpio, con ganas de hacer cosas, para impedir la vulneración de los derechos fundamentales, de buscar la convivencia, pero los burlones ojos de Uribe, su deseo de venganza, su odio, su afán de un tercer período, dicen otra cosa. Duque no podría gobernar con ese Uribe que torpedeó durante ocho años a Santos.

Duque es Duque, un hombre íntegro y capaz, pero Uribe es Uribe y en Colombia en tres horas y cuatro tintos, todo puede cambiar.

El contorsionismo y la mermelada nos tienen acosados.

BLANCO: La generosidad de la gente para salvar a De la Calle. Muchos aportes a la vaca.

NEGRO: La maldición sobre Hidroituango.

gabrielortiz10@hotmail.com