Durante la Guerra y Fría, y hasta ahora, los suecos y finlandeses fueron neutrales.
Nunca tomaban partido, o sea, no se comprometían con la Alianza Occidental (OTAN) liderada por EEUU, ni con la Organización para la Seguridad Colectiva (TOSC) liderada por Rusia, todo con el fin de asegurarse lo mejor de los dos mundos.
Pero ahora, cuando Moscú ha llegado al extremo de empezar a invadir Europa del Este, ellos han entrado en pánico y corren a pedirle a Occidente que los vincule la Alianza gratuitamente, al estilo “express”, “fast track”, muellemente, y sin hacer el menor esfuerzo.
Por supuesto, el asunto no podía ser tan fácil, ni tan color de rosa.
Resulta que, para aceptar a un postulante, la OTAN exige que todos los miembros se muestren de acuerdo.
Y Turquía se ha opuesto al ingreso de Suecia y Finlandia porque estos han apoyado y acogen en su territorio a militantes kurdos y a otros grupos que amenazan su seguridad nacional.
Por ejemplo, Estocolmo y Helsinki se han mostrado complacientes con los seguidores del clérigo musulmán Fethullah Gulen, quien promovió (¡desde su residencia en EEUU!) el fallido golpe militar de 2016.
Asimismo, se han negado a extraditar a 33 individuos requeridos por Ankara.
Y, como si fuera poco, apoyaron los impedimentos de la Unión Europea para que el país pudiese adquirir material militar después de incursionar preventivamente en el norte de Siria durante el 2019.
De hecho, y entre paréntesis, ha llegado la hora de que algunos países nórdicos no sigan siendo complacientes con las redes subversivas afines a las FARC-EP y dejen de parecerse a Cuba cuando esta se niega a extraditar a la cúpula del ELN que recibe albergue en la Isla.
Pero, más allá de eso, Turquía quiere agregarle valor al voto en virtud de su delicada e irremplazable tarea mediadora entre rusos y ucranianos.
De tal modo, aspira a negociar con EEUU la compra de aviones F-16 y retornar al programa aéreo F-35 del que fue retirada por haber recurrido al sistema ruso de defensa antimisiles S-400.
Adicionalmente, los turcos buscarán más fondos de los ya acordados para ocuparse de esos 3,7 millones de refugiados sirios que mantiene en su territorio, haciéndole a Europa Occidental el inmenso favor de que no penetren a sus sociedades.
Como es apenas obvio, también le solicitarán a la propia Unión Europea que de una vez por todas les admita, y que valoren el sofisticado y costoso malabarismo estratégico de apoyar a Kiev al mismo tiempo que escuchan al Kremlin.
En conclusión, se trata de poner a prueba la verdadera razón de ser de la OTAN y constatar si, más allá de la retórica sobre la unidad de las democracias, existe un verdadero tejido estratégico que la sustente y la haga tanto sostenida como sostenible.