Los antecedentes de la situación que hoy vivimos se pierden en la bruma de los años por dos razones valederas: la intensidad de las acciones con esa violencia impensada a más de desmedida, utilizando todo tipo de armas, recursos bélicos, movimientos calculados y presencia simultánea en diferentes lugares, lo que indica coordinación y administración; así como la dinamización de la información que en otros tiempos nunca imaginamos, actuaciones filmadas y editadas de acuerdo a las intenciones y necesidades del consumidor, deformando los hechos y exasperando los ánimos. Es por ello que se hace necesario hacer un alto en las acciones y revisar hasta dónde nos hemos excedido en los anhelos, las peticiones y estas protestas que, con una careta de sociales y pacíficas, se han tornado en violentas y agresivas.
Como táctica del gobierno ante la demora de respuestas a las demandas, se han interpretado algunos llamados al diálogo y la concertación, posición que por lógica exacerba los ánimos y convoca otras fuerzas u organizaciones a tomar parte activa en estas protestas; cuando en verdad el gobierno debe analizar, sopesar y considerar todas las manifestaciones de inconformidad, estudiando a fondo sus fundamentos, bases y motivos, para abocar, debatir y definir procedimientos. Seguramente demoró las respuestas y las fuerzas oscuras aprovecharon la coyuntura como pretexto para actuar.
El momento de presión que vive el país solo tiene una salida identificada como el llamado a la unidad y reconciliación mediante mesas de diálogo, bien intencionadas y desprovistas de intereses personales, porque los organizadores de las protestas, los marchantes, aun con el mejor de los comportamientos, siempre, en algún momento violentan derechos individuales. Por ejemplo, al cerrar una vía, al bloquear una carretera, ejercen una violencia tácita que con gran facilidad puede desbordar en enfrentamiento, pues están en ese momento y con esa actitud, violando derechos individuales. Se especula que la marcha pacífica se altera cuando llega el Esmad, y al Esmad lo envían cuando el clamor ciudadano reclama su presencia por el cierre de la vía y la vulneración de los derechos. He aquí un claro ejemplo del conflicto donde pierden todos, la policía, la autoridad, los marchantes y todo el entorno del lugar.
A los organizadores del paro hoy les caben varias responsabilidades morales, resumidas en, la situación económica del país que nos golpea a todos. Con la temporada invernal haciendo estragos en carreteras y municipios, la pandemia con su confinamiento tocando picos en contagios y muertes, creemos que la coyuntura es una estrategia equivocada. Reconozcamos que estamos en el peor de los mundos. Las autoridades deben agotar los recursos para llegar a un debate edificante y próspero, así como los dirigentes del paro y los manifestantes mostrar su interés por la salud del país.