El temple demostrado por el Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez, en sus más recientes pronunciamientos, es como la última tabla de salvación para el ciudadano hastiado del caos institucional y profundamente desconfiado. Demuestra que tiene los pantalones bien puestos y que no le temblará la mano para investigar y acusar a quien tenga que acusar. "Las decisiones de la fiscalía no son políticas. Las decisiones de la Fiscalía honran el valor de la justicia en una sociedad" dijo en la rueda de prensa donde informó sobre la posible contribución de Odebrecht, con un millón de dólares, a la campaña de Santos, según las declaraciones del exsenador Otto Bula.
Parece que al fin llegó el hombre capaz de poner fin a la polarización del país, intensificada desde trincheras armadas por diferencias políticas que se vuelven todos los días más agrias en términos personales. Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos tiraron con tanta confianza del mantel de la democracia colombiana, que cada uno creyó ser la parte de la vajilla que no se iba a romper. No sólo dejaron la vajilla en pedazos, sino que difícilmente van a poder pegar las astillas de la quebrantada institucionalidad y mucho menos las de su propio prestigio. Subestimaron el riesgo de jugar con fuego. La sopa hirviendo les cayó encima a los suyos, y en esta catástrofe no será tan fácil "lavarse las manos" o reducirlo a un simple "fue a mis espaldas". Estuvieron tan ocupados haciéndose daño, que no midieron las consecuencias de sus mutuos ataques. Hoy las Farc deben estar sentadas a la orilla del río, frotándose las manos, viendo pasar el cadáver de su enemigo: el establecimiento.
Este desafío a los poderes dominantes, que hace el fiscal Martínez con la Constitución y la ley en la mano, le da un respiro a la democracia, para que Colombia vuelva a ser de los colombianos. Para retornar a la separación de poderes. Para volver al sistema de pesos y contrapesos. Para recuperar la estabilidad institucional. Para que elijamos un Presidente que recuerde que la soberanía reside en el pueblo.
El cansancio ciudadano va in crescendo. El espectáculo que estamos presenciando para la elección de candidatos presidenciales amenaza con no dejar a los punteros llegar ni a la primera vuelta. Ya la habían emprendido contra Oscar Iván Zuluaga. Lo venían intentando minar, con la ayuda de los medios afines, desde mucho antes del escándalo de Odebrecht. Ahora corren la voz de que Uribe le dio la espalda, lo cual el expresidente niega en cuanta oportunidad se le presenta.
Y no se necesita ser politólogo para observar la peligrosa tensión entre el Presidente Santos y Germán Vargas Lleras. Se la pasan “mandando razones a Santander para que las entienda Bolívar”. Es fácil identificar los sectores que se unen para detener a Vargas Lleras, un verdadero Toconvar (todos contra Vargas). El mensaje presidencial es muy claro: o se une a la coalición gubernamental, o lo linchan políticamente y, si ya no lo pueden controlar con mermelada para la infraestructura, el apoyo oficial se congela o se va para otra parte.
Por lo pronto, la reacción instantánea de los ciudadanos comunes y corrientes ha sido rodear al Fiscal, unir en torno suyo a todos los que quieren mantener firmes los cimientos de nuestra democracia y reforzar la lucha contra la corrupción.