Existieron tiempos ideales, en los que entonábamos alegremente la canción popular de Roberto Carlos: “Pero no quiero cantar solito/ Yo quiero un coro de pajaritos/ Quiero llevar este canto amigo/ A quien lo pudiera necesitar/ Yo quiero tener un millón de amigos/ Y así más fuerte poder cantar”
Sin duda, el tema está sustentado en la teoría de Aristóteles, según la cual: “el hombre es un ser social por naturaleza” significa que el hombre nace con esa característica, ya que requiere de los otros para sobrevivir.
Podríamos agregar, la advertencia de Dios en el Génesis: “no es bueno que el hombre esté sólo, voy a hacerle una ayuda semejante a él”.
Llegaron otros tiempos, que frustraron estos propósitos. La pandemia Covid-19 margino a todos los seres humanos de toda intención de agruparse en sociedad.
Cobra entonces actualidad la teoría de Tomás Hobbes: “el hombre es un lobo para el hombre” ya que su estado natural lo lleva a una lucha constante contra su prójimo por sobrevivir.
Entonces, surgen épocas dramáticas, en las que el virus, adquiere el dominio total del globo terráqueo, doblega a pobres, ricos, presidentes, ubicándolos a un mismo nivel. Las diferencias sociales, utilizadas en discursos populistas para pregonar la igualdad, quedaron en el olvido.
Las tertulias en épocas coloniales, donde las familias organizaban reuniones en las que invitaban a sus amistades para escuchar música, se conversaba, bailaba, se reunían en una gran sala iluminada, quedaron abolidas precautelativamente, debido a que la congregación de muchas personas pueden contagiarse con el virus maldito.
La pandemia también robotizó los abrazos. Perdimos ese contacto indispensable para el ser humano, que por naturaleza se requiere para fortalecer su autoestima. Estudios revelan que el contacto con otras personas aumenta la capacidad de empatía, de amor propio, cualidad que permite respetar las diferencias en su vida cotidiana.
El escritor Gerd Leonhard en reportaje a El Tiempo, refiriéndose a la tecnología, afirma que las cuestiones éticas y sociales claves, requieren una respuesta: “antes de que la tecnología se aleje del todo de su propia humanidad, nos está obligando a trabajar como robots”.
Retornamos a las épocas de los primitivos humanos prehistóricos, reflejado en el hombre de las cavernas alejado de la civilización.
Para ello es importante reubicarse en un nuevo lugar que ocuparemos en la historia. El sicólogo G.E. Whitehouse, hace unos siglos escribía: “¿Sabia Ud. A quién le está reservado el lugar más importante en este mundo?” Ni a un rey, ni a un Papa, ni a un Presidente. Ni mucho menos al que ocupe la más elevada posición en ésta vida, ni al que domine la riqueza que todos envidiamos y hasta lleguemos a venerar. No. La persona más importante es USTED, y nadie más que USTED”.
La tan anhelada ambición quimérica de tener un millón de amigos, cada día será una utopía, un plan improbable, y menos realizable, hasta que el virus cese en la horrible noche.