Frente al coronavirus es necesario que todo el andamiaje gubernativo siga analizando la situación, que si no cambiante, tiende a mostrar ciertas variaciones o altibajos urgentes de atender con diferente enfoque, pues hasta el momento se ha notado en el Gobierno la preocupación por acertar en las estrategias y también percibimos ¿el compromiso de los ciudadanos, (salvo algunas excepciones) al acatar y cumplir las órdenes de las autoridades, lo que está dando aceptables resultado, no solo en Bogotá, la capital, sino en varios departamentos y municipios que se tomaron en serio la amenaza.
Estos cambios de que venimos hablando ameritan un compromiso definitivo y permanente de parte ciudadana, para seguir manteniendo el nivel de control en todo el territorio, pues estamos llegando al punto más álgido de la embestida, donde debemos contar con eficientes recursos de toda índole; es como llegar a la batalla final donde todo depende del éxito en el último momento. Nos aproximamos al punto del postrimer esfuerzo que decide la victoria o la derrota y de no ganar ese sublime duelo, nos veríamos abocados a un rebrote imparables del coronavirus, que avanzaría cobrando un sin número de vidas, golpeando sin piedad la organización política, la economía, y el estado en general.
Entendemos el caos financiero, entendemos la economía en cuidados intensivos, la preocupación de la hacienda de cara al futuro del país, pero deduzcamos que son las vidas, los habitantes quienes producen para engranar una futura economía renaciente. Vemos un futuro difícil pero es la vida la llamada a un renacer, por lo tanto no podemos escatimar un último sacrificio ese que nos pide el gobierno y la sociedad.
Logrado el compromiso anterior, sabiéndonos respaldados y escuchados por la ciudadanía en general, podrá el Gobierno tomar medidas para generar una apertura escalonada, negociada con el comercio, la industria y los gremios. Hemos visto en los últimos días comportamientos venidos de sectores urgidos de oportunidades, que rompiendo y desconociendo las normas, actúan irresponsablemente poniendo en peligro todo un sector de la ciudad, sin el más mínimo miramiento ni reato de conciencia. No hemos podido socializar los programas, ni atender con presteza sectores necesitados y no podemos poner el riesgo todo lo que se ha logrado, menos en estos momentos tan sensibles de la lucha. No es fácil abrir caminos y mover comunidades pidiendo orden y disciplina; estas franjas están urgidas de recursos para la subsistencia, por lo tanto se hace necesario endurecer las medidas, mantener los protocolos de la distancia, adelantar campañas muy agresivas sobre el comportamiento ciudadano al exterior de las viviendas y la observancia de los protocolos de comunicación. Es saludable abrir espacios de productividad, pero con el cuidado y talante que no exponga lo alcanzado.