Dime de que presumes y te diré que te falta. Esos que presumen de ser los políticos del amor y que dicen que todos los otros promovemos la política del odio, que se quejan de la polarización y llaman al centro, lo que buscan en sus términos es satanizar los dos “extremos” para polarizar a su favor. Ambos deberían mirarse al espejo.
Ambos han ido sembrando entre los colombianos odio de clases, odio a quienes pedíamos paz, pero con justicia, odio contra todos los dirigentes que han gobernado Colombia, odio contra Uribe y el Uribismo, odio contra nuestro pasado, odio incluso hacia el futuro que presentan turbio e infeliz. El odio es un sentimiento que no construye, que enceguece, que no genera sino destrucción y negación.
Claro que Colombia tiene problemas, claro que necesita cambios; por supuesto que hemos tenido malos gobernantes, y definitivamente hay muchos corruptos... sin embargo, también es cierto que es mucho lo que colectivamente hemos logrado. Somos un país que avanza.
No es la “revolución” que quiere destruirlo todo con la promesa de que todo renacerá mejor, la que nos llevará a superar nuestros problemas. No es la promesa de ensayar algo nuevo, porque todo lo demás no ha servido. La construcción social es gradual y debe tener en cuenta todo lo que se ha hecho. Tampoco es la indefinición política, ni el maniqueísmo de decir que todo lo que es distinto es malo.
Colombia necesita pensar en su futuro con ilusión. Si de mí dependiera escoger un nombre a la coalición de la que hará parte el Centro Democrático escogería ese: coalición de ilusiones.
Colombia necesita preservar el cambio generacional en la política. La generación que nos ha gobernado durante los últimos años insiste en conservar el poder. Creo que esta nueva generación recién llegada debe consolidar la transición. No para reemplazarlos, pero si para cambiar la forma de hacer política. Esta generación puede representar un verdadero puente para que la nación toda tenga un sueño de futuro. Diferencias todas, pero conciencia de que vamos en el mismo barco y nuestro destino es el mismo.
Me gusta ilusionarme con una coalición que hable desde las regiones. Que conozca lo local, al ciudadano, al campesino. Una apuesta por una profunda descentralización, no de nombre sino de líderes que representen lo regional. Los bienes públicos y los espacios públicos como un mecanismo para la inclusión social. Los encuentros de todos en “lo público” sirven para romper la fragmentación y el clasismo.
Me ilusiona que veamos la política como el mecanismo para transformar la sociedad. Un camino para valorar lo que hemos construido y avanzar y corregir. Una política libre de corrupción y de maquinarias, una política de servicio y diálogo.
Unos políticos que entiendan que el sistema de mercado garantiza la libertad: El crecimiento económico para generar empleo, empleo para superar pobreza, superar pobreza para buscar calidad de vida. Ligado a eso sí, una revolución en la educación y el campo. Pongamos nuestros jóvenes en la primera línea de la revolución de la automatización, y convirtamos nuestros campesinos en artesanos y pequeños empresarios.
Me inspira pensar en nuestro futuro lleno de luz, me inspira la convicción de que es posible una Colombia mejor. Hay demasiadas razones para amar a Colombia y luchar para verla más próspera, más justa, más equitativa. Construyamos una visión de nuestro futuro con ilusión.