La “maléfica” -para usar un nombre con muchos reflectores- Corte Internacional de Justicia, principal órgano judicial de la Organización de las Naciones Unidas, con sede en la Haya, se ha convertido para Colombia en una fábrica de sustos y lo primero que salió espantado de ese irónicamente llamado “Palacio de la Paz” fue el Utis prossidetis juris, ita possideatis (tal como lo poseías… tendrás el derecho de seguirlo poseyendo), que era una fórmula con reforzada pócima para legitimar posesiones, aún adquiridas por la fuerza de las armas, pero que a la larga se convertían en pacíficas e imperturbables, como en tiempos de la Pax Romana. Y nos sirvió a los iberoamericanos para tirar las cercas entre nuestros países, según los límites propuestos por nuestra Madre Patria para definir divisiones administrativas de virreinatos y capitanías; y con esa fórmula nos fue bien, pues el proceso de “destete” de España transcurrió sin que se derramara mucha leche entre las naciones que fueron estrenando la soberanía en los potreros sudamericanos. Esos alinderamientos administrativos coloniales nos sirvieron de fuente para la definición de nuestras fronteras internacionales.
Pero la muy “malvada”, en medio del aquelarre de una fatídica noche novembrina del año 2012, dejándose enredar por los brujos nicaragüenses (adiestrados por el hechicero mayor, el ruso Putin Possidetis Juris) nos arrancó, con fallo dictado por un fúnebre magistrado (terriblemente parecido al fantasma que campeaba, volando, en su jurisdicción del metro neoyorquino, película Ghost, año 90) la soberanía sobre más de 70 mil kilómetros del Mare Nostrum, nos volvieron trizas el Tratado Esguerra-Bárcenas (ad portas de celebrar un Siglo de vida) y nos movieron el meridiano 82 hasta el 80, a favor de la dictadura nicaragüense, frente a la cual no teníamos nada que ganar y sí mucho que perder y hemos debido denunciar (para retirarnos) el Pacto de Bogotá -que reconoce la jurisdicción de la Corte- desde el 2001, cuando Nicaragua presentó la demanda, y no en el 2012, una vez consumado el esperpento jurídico de marras.
No entiendo qué sigue haciendo Colombia metida en embrollos y líos judiciales ante esa Corte que desconoce los tratados internacionales y por qué tenemos que aceptar como legítimo contradictor a un régimen oprobioso, como el de Daniel Ortega gobernado, a su vez, por una bruja llamada Rosario Murillo, dictadura en la que no existe estado de derecho, sino de hecho; nada tenemos que hacer allá, distinto del oso monumental de esperar a que nos vuelvan a condenar por no cumplir sentencias “en derecho” frente a un “estado de hecho”… no debemos aceptar esa jurisdicción, punto, y no hay nada que discutir con la reencarnación de Anastasio Somoza, este Ortega que fue dizque líder sandinista y frente a quien Augusto César Sandino, héroe de la resistencia nicaragüense contra la ocupación americana en los años 30s, debe estar revolcándose en su tumba. El exguerrillero ya superó, en tiranía y perfidia, al dictador que ayudó a tumbar.
Post-it. Don Perogrullo diría que para que funcione la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores hay que empezar por expulsar de ella a los expresidentes de la República y llamar a ex cancilleres e internacionalistas.