El pasado es prólogo. Hace más de mil años, en el año 356 a.C., un tipo llamado Erostrato le pegó fuego al templo de la diosa Artemisa en Éfeso. El incendio destruyó completamente el edificio y cuando le preguntaron por qué lo había hecho aquél cretino respondió que para que su nombre fuera recordado por los siglos. Aquella acción insensata que privó a las generaciones futuras de una obra que en su tiempo fue considerada una de las Siete Maravillas de la Antigüedad, acabó dando nombre -"erostratismo"- a quienes padecen esa pulsión narcisista elevada a su máxima expresión.
A una escala, afortunadamente menor, en los últimos días hemos asistido a varios episodios marcados por ese mismo trastorno. Con el pretexto de convertir el acto en una llamada de atención sobre el cambio climático y sus consecuencias, primero en Londres y después en Berlín, dos parejas de activistas han atacado sendos cuadros -un Van Gogh, un Monet y este viernes un Vermeer -, lanzando un bote de sopa, puré de patata y una sustancia desconocida, respectivamente, contra las emblemáticas pinturas, al tiempo que proclamaban pueriles mensajes ecologistas. Afortunadamente, los lienzos estaban protegidos por un cristal por lo que no han sufrido deterioro.
Así los cuadros "Los Girasoles" en la National Gallery de Londres, el de Monet en Alemania y “La Joven de la Perla” en el museo Mauritshuis de La Haya, siguen ilesos.
En todos estos casos la noticia ha dado la vuelta al mundo, abriendo ediciones de informativos y portadas de periódicos. Era, sin duda, el objetivo de quienes han perpetrado semejantes acciones que tienen precedentes con consecuencias muy graves como aconteció hace años cuando un desequilibrado atacó a martillazos La Pieta, obra cumbre de Miguel Ángel.
Hechos extravagantes como estos provocan un fenómeno de emulación. La aparición de la noticia en los medios estimula la ideación de actuaciones parecidas. De ahí la pertinencia de abrir un debate acerca del alcance y presencia que debería darse a este tipo de noticias. No es fácil resolver la cuestión. Por lo singular de las obras de arte elegidas para montar el numerito reivindicativo, como noticia, no se le puede hurtar al público, pero de ahí a abrir debates -como están haciendo algunos medios- para tratar de explicar, cuando no justificar, estos actos, media un trecho.
Tengo para mí que quizá sea un exceso de celo hacer sitio a esta clase de actuaciones que están diseñadas para conseguir que se hable de sus autores a costa de atentar contra alguna obra de arte. Pongámonos en lo peor sí llegan a ponerse de moda.