La seguridad es y seguirá siendo un tema crucial para la comunidad en general. Cuando se pregunta al ciudadano por las necesidades y anhelos de su entorno, el tema de la seguridad salta a la palestra y lo identifica con el pie de fuerza al servicio de la localidad; pero las autoridades hoy por hoy, especialmente las de la capital del país, han entendido que el número de efectivos no es tan importante como las calidades profesionales de sus patrulleros y le están apostando a lograr un cuerpo de policía especializada para cada ciudad, con argumentos y conocimientos, tanto del medio como de la idiosincrasia de lugar.
La policía nacional de los colombianos capacita en sus escuelas de formación, los aspirantes a patrulleros de la institución, siendo muy exigente en el cumplimiento de los protocolos para la incorporación, buscando la mejor calidad humana y un excelente recurso personal con vocación, aptitud y talento para cumplir tan delicada misión, como es defender la vida, honra y bienes de los residentes en el país. Por ello su aprendizaje es integral, cubre diferentes y variadas disciplinas orientadas al servicio y su permanente disposición para satisfacción y tranquilidad de la comunidad.
Desafortunadamente nuestro país es muy diverso en cataduras y costumbres, tanto culturales como gastronómicas, ambientales, climáticas y aun folclóricas, lo que hace difícil e imposible lograr unidad o parámetros aplicables a procedimientos y desempeño en cada región, pues no es lo mismo prestar el servicio de policía en la costa Atlántica que en los Llanos Orientales, así el Código de Policía sea aplicable en todo el país. Entonces, el servicio de policía es personal, ajustado a la ley y el buen criterio. Por lo tanto, los diferentes burgomaestres buscan un policía competente y especializado, que conozca la peculiaridad del sector, las costumbres y la ciudad en general, acompañado de un calor humano que le permita cercanía con los residentes, identificando sus apetencias, necesidad, miedos, angustias y penurias.
Esta situación ya la vivió la capital de la República en la alcaldía de Antanas Mockus, quien fue el primero en detectar este escenario y desarrollo la gran solución, que radicó en llevar los patrulleros a las universidades para proporcionales herramientas culturales que les permitieran cubrir estas falencias. El resultado fue excelente y de inmediato la ciudadanía detectó los cambios en los procedimientos policiales.
Entonces sería interesante que los alcaldes retomaran esta experiencia, con los ajustes que hoy brinda la tecnología, analizaran resultados e implantaran la estrategia a nivel nacional.
No se trata de crear nuevas policías, ni atentar contra la unidad nacional, menos hacer cambios ministeriales un poco traídos de los cabellos, por falta de análisis y estudios. Es tan solo potenciar el recurso humano adaptándolo al medio donde presta su servicio.