En estos tiempos con la tecnología haciendo presencia en todos los niveles de la sociedad, la industria, el comercio y en fin abarcando la vida misma, se presenta querámoslo o no, un choque de culturas y encontramos sectores de la población interpretando y operado con solvencia todos los medios tecnológicos puestos a su servicio, en cambio existen otros grupos de gentes, que no pueden acomodarse con solvencia a estas herramientas, que facilitan y agilizan aspectos del diario vivir.
Unos de los temas que llama la atención es el de los adelantos tecnológicos utilizados para brindar seguridad y protección a la ciudadanía. Hoy por hoy las administraciones y los comandantes de policía, cuentan, para cerrarle el paso a todo tipo de delincuencia, bien sea común o la identificada como organizada y especializada en determinado tipo de delitos, con diferentes alternativas sustentadas en tecnología, ayuda que gracias a los adelantos permite actuaciones preventivas o reactivas ante amenazas e incidentes, logrando generar en las comunidades sensaciones de defensa y amparo. Es variada la oferta y no pueden las autoridades rehusarse a dotar las fuerzas del orden, de aquellos elementos destinados al servicio de protección comunitaria, como en realidad lo están haciendo en varios municipios donde los burgomaestres son abanderados de la seguridad. Pero desafortunadamente la operación de estos medios necesita conocimiento y entendimiento por parte de la ciudadanía, de lo contrario el objetivo se logra a media marcha y de nada sirve un programa de alerta o auxilio en teléfonos celulares, si los usuarios no lo saben manejar.
¿Se acuerdan en Bogotá de las columnas vigilantes? Seguro que no, porque nacieron y murieron sin ambientarlas al público, fue un fracaso para la administración de la capital desde todo punto de vista, especialmente financiero y de seguridad, las instalaron en varios puntos de la ciudad y nunca la comunidad supo cómo operarlas. Se trataban de unas estructuras metálicas que contaban con cámaras de seguridad, salidas de audio, micrófonos, a más de botones de pánico, que una vez activados por el ciudadano alertaban directamente el Centro de Despacho de la Policía sobre una alteración del orden público. Sin embargo el conglomerado las utilizó en diferentes sentidos, como recostadero o repisas, a más de soportes para propagandas. Fue tal el desgaste que todas las adquiridas no fueron instaladas, quedando en desuso, ¡sin pena ni gloria!.
Tomo los ejemplos anteriores para significar la urgencia de capacitar la población sobre la operación de estos medios, pues los miembros de la institución policial si tienen el dominio y la formación que les permite operarlos con solvencia, pero nosotros, las personas de la tercera edad y los habitantes de las periferias citadinas, de golpe adolecemos de ilustración o conocimientos. Que no se repitan las columnas vigilantes.