Mucha tinta se ha escrito sobre AUV, con caracteres buenos y caracteres malos. Como ocurría con Laureano Gómez, a nuestro Uribe sólo se le puede amar u odiar, pues allí no caben linotipos de medias tintas. Me encuentro en la primera fila dentro de aquella postura, porque creo -y en ello estoy de acuerdo con JMS- que Uribe fue el “segundo Libertador de Colombia” y creo que ha sido el mejor presidente que hemos tenido, en sus dos períodos, aunque hay quienes alaban el primero pero desdicen del segundo; yo voto por ambos, y si hubiera existido un tercero, seguramente, habría aniquilado la guerrilla de las Farc -a la que ya tenía acorralada- y nos hubiéramos ahorrado ese costosísimo premio Nobel de Paz del señor Santos.
Los grandes beneficiados de la Seguridad Democrática fueron, precisamente, sus detractores de hoy, que solo hablan de los falsos positivos, como si esos crímenes infames fueron inventados o patrocinados por el expresidente, como si él mismo no hubiera llamado a calificar servicios a los militares sospechosos de incurrir en tales desafueros, como si no hubiera acabado por Decreto con el Fuero Militar y permitido que entrara a campear la justicia ordinaria, con Fiscalía y CTI presentes en todo operativo de la fuerza pública; y como si no recordaran que gracias a Uribe fue como pudieron trabajar y movilizarse por tierra, mar y aire, en un país en tiempos en que las distancias entre poblaciones se medían no por kilómetros sino por retenes ilegales de la guerrilla.
Pero como todo ser humano que se respete, Uribe puede equivocarse. Su mayor equivocación fue no creer (como cuando el cazador mata el tigre y se asusta con el cuero) en el veredicto de la urnas con el plebiscito, cuando la mayoría de colombianos dijimos NO al acuerdo Farc-Santos (creo que el único que sí lo entendió fue Fernando Londoño) y entonces Uribe se dejó enredar por el malabarista Santos y se contentó con unos retoques cosméticos al malhadado acuerdo y por eso estamos como estamos: los bandoleros en el Congreso de la República, impunes, echando barriga y fabricando leyes, la paz por ningún lado, sumergida Colombia en la peor de las guerras y el señor narcotráfico sigue manejando la agenda país, cosa que fluyó espontáneamente del acuerdo de marras.
Y ha incurrido en otras equivocaciones menores, como pretender una jurídicamente imposible amnistía total para todos los criminales encarcelados, y rebajar la jornada laboral, terriblemente inoportuna en tiempos coincidentes con la peor pandemia de nuestra historia que tenía reventada a la clase empresarial colombiana, habiendo sido su mismo gobierno el de la iniciativa de extender, en el 2002, la jornada ordinaria, mermando las horas extras, precisamente para estimular el empleo. Paradojas de la vida.
Post-it. Excelente biografía de Álvaro Tirado, abogado, historiador y docente, comprometido en la justa protección de los derechos humanos, perteneciente a una izquierda moderada y constructiva, que tanta falta hace hoy en un país polarizado. Tuve el honor de compartir con él equipo de trabajo redactando a varias manos el recuerdo del ejercicio de la diplomacia en tiempos del gran Augusto Ramírez Ocampo.