La lógica nos conduce a reconocer que pasada la pandemia por el coronavirus, con sus horas aciagas, amenaza permanente y el luctuoso dolor que debimos resistir, la situación del mundo se presentara un tanto complicada y Colombia no será la excepción a tan caótico escenario, pues las necesidades de toda índole golpearan las economías y ciudadanía en general, obligándonos a vivir una ley del rebusque, donde la delincuencia, si no estamos preparados, sacará la mejor tajada en el mencionado contexto, por tratarse de gente sin escrúpulos luchando cuerpo a cuerpo la supervivencia con personas de bien, ajenas a las trampas y demás subterfugios utilizados ya no solo por los delincuentes, sino por avivatos curtidos en esas lides.
Percibiremos la sociedad amenazada y obligada al retiro y enclaustramiento como medidas de seguridad. No pretendo ser extremista pero sería saludable que el gobierno o los gobernantes en sus diferentes escalas (nacional, departamental y municipal), miraran el futuro con imparcialidad y sensatez, pensando en desarrollar estrategia a largo plazo que permitan encarar con medios y capacidad tan delicada amenaza.
Permítanme retrotraerme a los graves problemas que ha enfrentado la institución Policía Nacional, venidos de los innumerables momentos generados por la incertidumbre, el miedo y las medidas adoptadas para mitigar los efectos en nuestra sociedad del Covid 19. Son de dominio nacional los enfrentamientos de la ciudadanía con los miembros de la policía, escenas que demuestran una gran intolerancia inusual en tiempos pretéritos, pero hoy con el desasosiego del control y la coacción por la pandemia, los ciudadanos han actuado en forma irresponsable, alevosa y violenta ante cualquier intervención policial, quedando demostrada la presencia de un estado anímico exacerbado. Esto nos lleva a reconocer en los uniformados que día a día deben hacer cumplir la ley, la estampa de esa misma presión no solo para ellos, sino que cubre sus entornos, escenario negativo en el ámbito familiar y profesional muy caro a los sentimientos policiales.
Lo anterior nos invita a pensar a futuro en un refresco del tejido social, direccionado a restituir en el ciudadano respeto por las autoridades y en el uniformado cariño y reverencia hacia los ciudadanos, pero como estamos viviendo un déficit en la planta de personal policial, invitamos al país, al congreso y gobernantes a mirar la reserva activa, no solo de la policía sino de la fuerza pública en general. No es momento de divisiones, es momento de propuestas audaces y realizables. El gobierno puede llamar la reserva a filas y reforzar su planta, poner la experiencia al servicio de la colectividad, cubrir labores administrativas con reservas y comprometer los activos en tareas puramente operativas para protección de la sociedad. Sería una alternativa que enfrente la amenaza, pasada la pandemia.