Ver el dispositivo que ha estructurado el gobierno nacional para aplicar la vacuna hace reflexionar acerca de lo impresionante que es la especie humana. En tan sólo un año, después de habernos visto afectados por una de las pandemias más poderosas de la historia, la humanidad logró desarrollar un arma para poder luchar contra ella: la vacuna. Sin embargo, es apenas normal que el individuo sienta miedo frente a lo desconocido y tenga preguntas sobre las implicaciones que pueda tener el proceso de inmunización. Por eso, la soberbia del ministro de salud Fernando Ruiz, no es la respuesta que va a tranquilizar a los ciudadanos que tienen dudas.
No se puede catalogar de antivaxers a quienes tienen cuestionamientos frente a ciertas marcas de vacunas contra el covid-19 que se han desarrollado en el mundo. Pero la contestación que han dado las autoridades colombianas en cierta medida ha sido esa. Que no hay que preocuparse por lo que haya pasado con la vacuna de AstraZéneca o la de Johnson&Johnson argumentando -como lo han hecho muchos otros- que las probabilidades de un trombo son tan mínimas como para poner en riesgo todo el plan de vacunación por cuenta de esos hallazgos. Que no se puede ser tan alarmista y que se deben mirar las probabilidades de trombos con otras medicinas como las patillas anticonceptivas, son las frases que salen a relucir para sustentar esa posición. Sin embargo, tal vez no se han enterado muy bien de las razones por las cuales las autoridades de otros países decidieron generar esa alerta.
No se trató del número de personas que se vieron afectadas con un trombo -en Estados Unidos fueron seis de 6.5 millones que han recibido la vacuna de Johnson&Johnson- pues efectivamente comparado con el número de individuos que se la han aplicado y no les ha pasado nada, el riesgo es mínimo. Pero la razón para generar la alerta fue el tipo de trombo que se desarrolló en esas seis personas después de haberse inmunizado. No se trató de números y probabilidades sino de la rareza y severidad del cuadro encontrado. Un trombo en el cerebro de mujeres jóvenes que no se pudo tratar con los medicamentos habituales, ya que empeoraban la situación. Un fenómeno nunca antes visto por los doctores que tuvieron que tratarlas en urgencias.
Por eso, lo que anunciaron las autoridades norteamericanas es que quieren entender completamente los casos para encontrar información que se pueda dar a los operadores de la salud, pero sobretodo a quiénes reciben esas vacunas. Aclarando que son casos sumamente raros, pero siendo conscientes que la seguridad de las vacunas contra el coronavirus debe ser una prioridad. Esa es la razón por la cual, la comunicación de las autoridades colombianas debería ser menos soberbia y más empática. Entender que, si bien hay una población atemorizada con el virus, también la hay temerosa de los efectos que pueda tener la inmunización. No explicar y no darle un parte de tranquilidad a la ciudadanía, genera mayor desconfianza y resistencia al proceso de vacunación. En manos del gobierno está afianzar el hecho de que vacunar salva vidas, pero esto no se logra con soberbia.