Las agresiones y ataques a nuestra prensa nacieron desde que aparecieron los primeros chapetones letrados, que nos despojaron de nuestras ancestrales lenguas nativas e implantaron el español, como idioma oficial.
Fue cuando aparecieron las primeras hojas y periódicos de los patriotas, que denunciaban las atrocidades de virreyes y gamonales de la época.
Desde entonces empezó la persecución y manipulación de los incipientes medios, que se atrevían a denunciar las atrocidades de los “mandamás”. Hay que recordar a Antonio Nariño, a quien ultrajaron y encarcelaron por haber tenido la osadía de publicar los Derechos del Hombre.
Desde entonces hasta nuestros días, hay cosas que no se pueden decir y menos publicar en un medio de comunicación. La censura está viva, actúa y ejerce su poder en pro, o en contra de feudos, gobiernos, políticos, grupos étnicos y toda suerte de elementos que conforman una sociedad que tiene mucho que ocultar, para mantener sus intereses.
A finales del siglo XIX, a lo largo del XX y en lo que va corrido del presente, la censura, real o velada, ha ejercido su poder. Son muchos los medios de prensa, radio y televisión que aparecen, con facilidad o dificultad y así mismo desaparecen. Que han sido destruidos e incendiados, mientras millares los periodistas que ejercen el oficio más bello del mundo -como lo calificó Gabo- asesinados, censurados, mancillados, vituperados y recriminados.
Quienes no tragan entero, los que investigan y se atreven a decir la verdad, a defender la democracia y la libertad, son víctimas de los poderosos, de los políticos corruptos, de manipulados grupos étnicos, de narcotraficantes y guerrilleros y de quienes tienen el control de ciertos medios. Debemos recordar las épocas de Pablo Escobar, cuando los medios eran dinamitados y los colegas asesinados.
Los medios y sus periodistas son los primeros atacados durante marchas y manifestaciones, por haberse atrevido a desenmascarar y sacar a flote los objetivos criminales de quienes quieren ocultar la verdad.
Existen y han sido denunciados organismos que se encargan de manipular las encuestas y manejarlas para marchitar la economía de medios que se atrevan a apartarse de las falsas verdades y objetivos de gobiernos, políticos y poderosos.
Hay casos como el ocurrido al eminente periodista Leopoldo Villar Borda, quien desde los años 50 del siglo pasado había estado vinculado a El Tiempo. Hace pocos meses su columna fue suspendida por haberse atrevido a tratar el tema del exfiscal Martínez y la muerte del auditor de Odebrecht, Jorge Enrique Pizano. Por fortuna el director de El Espectador, Fidel Cano, le abrió las puertas de su periódico, sin censura alguna, como lo hacen medios del talante de El Nuevo Siglo.
Los periodistas y los medios están bajo el yugo de todos los que quieren exculpar sus tropelías y corrupciones. Hemos llegado al punto de funcionarios del Estado que los acusan de incendiarios, como lo hizo la ministra del trabajo, mientras las fake news y las redes atacan la verdad para evadir culpas.
BLANCO: Por fin después de tantos años se pidió perdón por los jóvenes de Soacha.
NEGRO: El Papa Francisco previene el derrumbe del mundo por el cambio climático.