Venezuela, coca y agua | El Nuevo Siglo
Sábado, 10 de Febrero de 2018

Los temas centrales de la gira del Secretario de Estado de EE.UU por Latinoamérica han sido Venezuela y coca. Obedece, también, a que Tillerson necesita elevar el perfil de su gestión, hasta ahora, opacada por un Trump soberbio y omnipresente. El caos humanitario que se vive en Venezuela, como resultado del colapso de la democracia,  ha mostrado la debilidad de los instrumentos diplomáticos del sistema regional. No hay solución a la vista, y la división de la oposición venezolana aleja las posibilidades de un estallido popular. Con la cúpula de las fuerzas armadas ahítas de poder y de dinero, Maduro camina hacia la relección. Zapatero, el descarado, le sirvió de amanuense.

La amenaza de la descertificación, arma irritante del imperio, no alcanza  a ser mitigada por las cordiales palabras del jefe de la diplomacia gringa.  Es Imposible ocultar  la lenta respuesta del gobierno colombiano al crecimiento de los cultivos de la hoja de coca y a la consecuente proliferación del microtráfico, que tiene con los pelos de punta a los hogares y a las instituciones educativas, principales objetivos de esa oferta criminal. En el corazón de cada calle concurrida, en cada universidad, en cada colegio, se expende la dosis letal que tiene aletargada y enferma a nuestra juventud. Ahí está la causa principal de la delincuencia común que arrincona a las autoridades y que sufre asustada la ciudadanía.

El gobierno está en la obligación de diseñar con urgencia políticas, programas y acciones eficaces para contrarrestar la inseguridad desatada.

¡Agua!

La bella Ciudad del Cabo, Suráfrica, se queda sin agua. A mediados del próximo abril dejará de salir el chorro por los grifos. Parece irreal, pero es cierto. ¿Impensable? No, en nuestro tiempo. Es la notificación perentoria de la naturaleza al Homo Sapiens, su incontenible depredador, que ha pretendido vivir en el planeta tierra sin pagar peajes, servicios y arriendo. No ha querido siquiera aceptar sus deudas ni oír los preavisos  del cambio climático. 

Por eso, el cobro ha sido tan estremecedor que una mente superior, Stephen Hawking,  nos ha urgido a dejar la “Mamapacha”, la deidad de nuestros ancestros, a partir de los próximos 30 años. Si, esa es la dimensión de la tragedia. Pronto estaremos obligados a abandonar la única zona de habitabilidad del siempre inmenso e incognito universo. El pretendido paso de “Animales a Dioses”, postulado por Harari, se ha frustrado “porque el Homo Sapiens tiene habilidades de diseño limitadas”.

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En Colombia, la crisis del agua es dramática: inundaciones y sequias se suceden causando muertes de personas y animales, arrasando y quemando cosechas y destruyendo casas, vías y caminos. Pero, falta agua para la vida. La cobertura de agua potable y alcantarillados es inferior a las exigencias de la salud humana. En las zonas periféricas de la nación es prácticamente nula. Se descuida a nuestros páramos y nuestros humedales se angostan.

Por ejemplo, el Ministerio de Medio Ambiente finge desconocer los grandes servicios ambientales que prestan los humedales de La Mojana y su obligada adaptación al cambio climático se esquiva por el FA, con muros ecocidas para contener los raudales. Al mismo tiempo, se archivan valiosos estudios  que plantean alternativas de solución integral, fundamentadas en investigaciones realizadas por  expertos durante más de 4 años. ¡Mientras los muros se levantan, mueren los niños contaminados con mercurio y mueren los humedales!