La izquierda, como bien lo dijo Mauricio Vargas en su columna dominical, ha querido evitar a toda costa que Colombia se mire en el espejo de Venezuela, pues ese es el desenlace inevitable cuando ellos gobiernan, aquí o allá, en Corea del Norte, en Cuba o en la Unión Soviética. Venezuela, más que un espejo, es una imagen del futuro de cualquier país que cae en las manos del socialismo.
Colombia no es la excepción, de hecho es un claro objetivo político de la izquierda continental. Por eso, todos los días vale la pena recordar el riesgo que corremos de caer en manos de la izquierda, pues las consecuencias serían devastadoras para nuestro país.
El régimen de Venezuela es una amenaza a nuestra seguridad nacional. Un loco armado hasta los dientes como Maduro, en una situación de desespero, va a recurrir a un conflicto con Colombia como válvula de escape a sus problemas internos. Por otra parte, Venezuela no ha ocultado sus pretensiones expansionistas en la frontera y han publicado mapas donde nos corren la cerca en la guajira.
Tanto Chávez como Maduro han protegido a los grupos terroristas y narcotraficantes colombianos en territorio venezolano, delinquen en Colombia y se refugian en Venezuela, esa es su retaguardia. Eln y Farc han sido unos aliados incondicionales del régimen y se han valido de él para comprar armas, exportar cocaína, consolidar su presencia territorial e impulsar su propaganda política. Por eso Venezuela era tan importante en la negociación del Acuerdo de La Habana.
Cuba entiende que si Colombia cae, logran consolidar con más fuerza su proyecto expansionista. Llevamos mucho tiempo oyendo hablar del “imperialismo yankee” pero resulta que el riesgo hoy es el imperialismo cubano. La invasión a Venezuela no la va a hacer Trump, ya la hizo Castro, y tiene sometido al país más rico de América Latina a la miseria y a la violencia.
Esto no es teoría de la conspiración, es un hecho, y aunque la izquierda colombiana quiera hacernos mirar para otro lado, es una realidad que no podemos desconocer. Lo que pasa en Venezuela también es nuestro problema. Más de 1,5 millones de venezolanos se han refugiado en Colombia, en los hospitales públicos de Bogotá nacen más de 300 niños venezolanos al mes, la cúpula del Eln vive en Caracas y desde allá planean y ordenan atentados en Colombia como el de la Escuela General Santander donde asesinaron a 22 jóvenes estudiantes.
El Presidente Duque ha logrado despertar a la comunidad internacional de una actitud complaciente con la dictadura venezolana, hoy la presión diplomática es mucho más fuerte, pero no alcanza a ser suficiente para precipitar la caída del régimen. Si bien Colombia no puede participar de un golpe militar, Estado Unidos si debe promoverlo.
Guaidó y la cúpula de la oposición deben dejarle claro a Rusia y a China que van a honrar y respetar las obligaciones adquiridas hasta hoy, pero que van a desconocer todos los compromisos que adquieran en adelante con la dictadura. El diálogo ya se agotó, hay que liberar a una nación de 30 millones de personas.