El Presidente Juan Manuel Santos insiste, como lo hacen todos los que se han convertido en su caja de resonancia, que la justicia transicional pactada con las Farc no se convertirá en una “cacería de brujas”.
Yo digo lo mismo. Claro que no será una “una cacería de brujas”, pues este no es un cuento de hadas. La justicia transicional, tal y como está planteada, es una realidad maquiavélica, que será convertida por las Farc, con facilidad, en la herramienta perfecta para perseguir a sus enemigos.
Esta nueva justicia que reinará en Colombia, a partir de la aprobación final del acuerdo de La Habana, concebida, en gran parte, por expertos juristas amigos de las Farc y de la izquierda internacional con la venia del Gobierno, astutamente y sin vergüenza, será utilizada por los narcotraficantes como arma de venganza contra todos los que por décadas se atrevieron a enfrentarlos.
Será también la manera de humillar y destruir a quienes pertenecen a una clase política, social, económica o militar, que hasta ahora había sido la mayor barrera para que ellos se tomaran el poder.
Esto es un hecho y no son pocos los que lo celebran. Abundan los columnistas comunistoides que se deleitan con los juicios que se vendrán contra muchos de la sociedad civil, militar o religiosa: “la clase política se untó las manos de sangre, los empresarios financiaron a los paramilitares y los militares y los obispos de la iglesia, asumieron una posición proactiva en defensa del paramilitarismo”; es una de múltiples perlas que hemos leído en los últimos días.
Ya ha comenzado el juicio, sin que aun haya jurado ni se haya comprobado ninguna “verdad”. Las cosas en el posconflicto se desarrollarán rápido. Las Farc no tienen tiempo que perder.
Pero esto no se queda ahí. Ahora resulta que no solo los ya mencionados, sino prácticamente todo el país puede ser culpable. Cualquier persona que sea nombrada por un narcogerrillero en sus declaraciones, tendrá que justificarse ante “el tribunal inquisidor”. Y será su palabra contra la del criminal.
Pregunten a un abogado qué tan amargo, costoso y peligroso puede ser esto. Sobre todo, en un país donde los falsos testigos se compran y se venden como pan.
Si señores, aquí hasta el gato va a resultar culpable; por no haberle cedido el paso a las Farc, por haber pagado su extorsión, bajo amenaza de muerte o destrucción de propiedad, por haber desembolsado cantidades inmensas para rescatar a un padre o a un hijo secuestrado, por haberse atrevido a oponerlos o denunciarlos.
Esto será semejante a la infame práctica de culpar a una mujer violada por la violación a que ha sido sometida; argüyendo que vestía o actuaba provocativamente y que el “macho” que la violó, no pudo controlar sus instintos criminales ante tanta provocación, por lo tanto, la culpable de la violación es ella.
Imaginen ustedes si los narcogerrilleros, que muy pronto serán convertidos en padres de la Patria, van a dejar de aprovechar la posibilidad de ejercer esta venganza perfecta. Los veremos en sus declaraciones acusar a diestra y siniestra.
Es claro, parte de la estrategia para tomarse el poder es tomarse primero la justicia. Pues la Farc ya lo han logrado. La venganza es un arma ponderosa y ellos la ejercerán con maestría.