Para los Ospina Hernández, o sea los descendientes de Mariano Ospina Pérez y Bertha Hernández Fernández, el 2023 ha sido un año bendecido con nuevas adiciones a la familia fundada por ellos. Sucede que en este año mis padres sumarán 5 tataranietos nuevos, completando 17 en total, y yo seré la orgullosa tía bisabuela del mismo número de sobrinos bisnietos, cosa que me tiene maravillada, como lo estarían ellos.
Los Ospina Hernández fuimos 5 hijos: cuatro hombres y yo, la única sobreviviente de esa generación; 28 nietos, 47 bisnietos y a fines del 2023 sumarán 17 tataranietos; un árbol de vida pujante.
Veamos: para finales de este año mi hermano Mariano y Helenita Baraya sumarán a su descendencia 4 bisnietos más: Adriana, nieta de su hija Patricia, que acaba de nacer, dos más, nietos de Javier y un niño nieto de Angelita. También llegará el segundo nieto de mi sobrina Bertha Olga, hija mayor de mi hermano Fernando y Olga Duque.
Emociona ver cómo se fortalece la familia con nuevos integrantes distribuidos en muchos lugares del mundo. Naturalmente, a muchos de ustedes, mis amables lectores, les sucede lo mismo en sus familias. Esos retoños de vida nueva, llevarán a todos esos lugares, la continuación de lo que somos, de los principios aprendidos de nuestros mayores, del orgullo de una Patria que se lleva en la sangre, no importa dónde se nazca, de una raza, nuestra raza antioqueña, que lleva “el hierro entre las manos porque en el cuello le pesa”, de la ruana antioqueña, “la capa del viejo hidalgo” y la mirada directa a los ojos de un pueblo grande, de grandes ideas, creador de industrias, realizador de sueños, conquistador de montañas, ríos, lagos y peñascos, rico en minas, orquídeas, poesía y coplas compañeras de su tiple.
Como si esto fuera poco, a mi familia política, el 14 de abril, llegó Simona una esperada tercera bisnieta; un lucero de chiquita bienvenida por las familias Vegalara y Pardo.
¿Por qué contarles todo esto? Porque creo que las buenas noticias hay que compartirlas y gozarlas en compañía y, qué mejor compañía que mis lectores, con quienes he compartido tanto a través de mis más de 1.500 columnas publicadas. Finalmente, todos caminamos por la vida de manera paralela; aun cuando nuestra existencia esté marcada por múltiples altibajos, diametralmente diferentes. Sin embargo, dos momentos nos son comunes; el nacimiento y la muerte. He compartido con ustedes muchas muertes. Hoy, felizmente, comparto estos alumbramientos maravillosos que me han llenado de esperanza e ilusión.
Mientras en el país suben los decibeles de incertidumbre y de rechazo a las retrógradas y mal planteadas reformas propuestas por ministras y ministros del descoordinado gobierno de Gustavo Petro; mientras Francia Márquez, la resentida vicepresidenta, afila sus puñales de odio contra las “élites”, sin explicar si se trata de las élites, obreras, académicas, científicas, religiosas o políticas, o simplemente cualquiera que se haya destacado o tenido éxito en la vida; mientras continua abusando descaradamente de su cargo, siguiendo el ejemplo de la mujer del presidente, su hijo, su hermano y quién sabe cuántos más; espero que ustedes encuentren refugio viendo crecer a sus familias, como yo lo encuentro viendo crecer la familia de mis padres, Mariano y Bertha.