Como el verdadero viacrucis debe celebrarse el Viernes Santo in situ, allá me fui hace una década, a la Vía Dolorosa, en pleno mercado árabe de Jerusalén. Llegué a la Puerta de Yafo antes de lo previsto para la procesión y me parqueé frente al sitio de la I Estación, en primera fila, y me aprendí de memoria los nombres de los negocios del mercado que “cuidaban” la Prima Statione: Halaba Library, Abraham Antiquities, Alweida Gallery, Bazaar Souvenir Shop, Holy Rock Café.
La comitiva del Vicario Custodio de la Santa Sede en Tierra Santa, con él en medio, llegó del otro lado y no lo vi entrar. Al comenzar a moverse la procesión, me fui detrás de la comitiva conformada por 15 Frailes de la Cuerda, que hacían cuerda de manos en torno de él, y tras ellos había tres gorilones, a manera de Guardia Pretoriana - que dizque eran turcos musulmanes, me explicó mi hermana prima- quienes golpeaban el piso de piedra con sus enormes bastones; estaban vestidos de traje azul, de lentejuelas, ribetes amarillos y unos gorros miedosos de dos pisos color vinotinto; pero, además, después de esa guardia pretoriana turca venían los policías israelíes y luego una nube de camarógrafos y fotógrafos de la prensa internacional.
Al llegar a la II Estación, del lado izquierdo, había una mini capilla y el cortejo entró allí; intenté ingresar y al punto escuché un par de bastonazos y gritos que entendí personalizados: “Move!”, y comprendí que la capilla era reservada para el señor Custodio y su guardia personal. Cuando salieron, seguí detrás, pero no veía nada diferente a cámaras de TV, agentes de la policía, guardias gigantones de azul y las capuchas de los 15 frailes, escogidos de entre los más altos y anchos franciscanos. Pero nada que hacer: ese viernes no era mi día, tampoco el de Jesucristo.
Por la noche tuve una nueva oportunidad de conocer al Vicario, en la Procesión del Santo Sepulcro. Allí estaba yo con mi hermana prima -entonces regente de la Maisson D´Abrabam, hostal católico en el Monte de los Olivos-, con otras dos monjas francesas, una india y unos sacerdotes en proyecto, recién desempacados de Roma. El Custodio estaba presidiendo los oficios en el piso de arriba, en el Monte del Gólgota, donde Jesucristo había expirado luego de reclamarle infructuosamente a su Padre por el hecho de haberlo abandonado a su suerte. Obviamente, a esa parte no pudimos acudir los mortales, quienes debimos quedarnos abajo, esperando que trajeran la cruz y el cuerpo del Mesías, en maqueta, para proceder a enterrarlo simbólicamente.
Me sorprendió el punto de la VII Estación, donde Jesús cayó por segunda vez, pues allí funciona un negocio llamado Alí Babá, Café Bar, hecho pintoresco en medio de la solemnidad de las remembranzas, porque ahora la Vía Dolorosa está en poder de árabes israelíes de la parte Este de Jerusalén donde, presumiblemente, aspiran fundar la futura capital del Estado palestino.
Post-it. Entiendo que la partición de Jerusalén en dos capitales está lejana, pues, so far, resulta más fácil pasar un contrabando de gallos palestinos a las cinco de la mañana por un Check Point israelí que firmar la paz en las tierras del Galicanto.