VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 5 de Noviembre de 2013

Sagrado Rostro

 

MADURO  ha visto la cara de Chávez en una roca de las obras del metro de Caracas y, como era de esperarse, ha hecho tremendo aspaviento. Consciente de que muchos sectores de la población sólo lo perciben como una reproducción defectuosa del padre de la revolución, él se ve en la obligación cotidiana de alimentar el mito de la ubicuidad, trascendencia y amparo del desaparecido comandante.

Por eso, el referente de la gobernabilidad bolivariana está en el más allá y, no en vano, el Presidente ve al líder permanentemente en forma de pájaro o halcón; mientras duerme o despacha; y pasa las noches de luna llena a los pies del féretro con la ilusión de que su energía sobrenatural invada cada una de las células de su organismo. Dicho de otro modo, la escatología ha ocupado el lugar de la ideología y el Gobierno se ve en la obligación cotidiana de tender espesas cortinas de humo para no perder el rumbo, tal como acaba de hacer con la puesta en marcha del Viceministerio de la Felicidad.

Lejos de reconocer la desesperación y pesadumbre en que vive su pueblo, Maduro instituye la felicidad como política pública, la inserta en la administración y la convierte en objeto de gestión, con lo cual, los ciudadanos y el mundo quedan notificados de que la suya es una revolución eficiente, encomiable y empíricamente feliz. Absolutamente responsable del tánatos que embarga a Venezuela, el heredero quiere inyectar desesperadamente altas dosis de eros, pan y circo, desviando así la atención sobre el desesperante clima de inseguridad ciudadana, carestía y persecución política que se fomenta a diario.

Por eso, el mito de la protección escatológica se extiende también a la política exterior y decide revivir el diálogo estratégico de alto nivel con el Ministerio de Defensa de Colombia a ver si logra encubrir la absoluta facilidad con que ciertas columnas y comandantes tanto de las Farc como del Eln se estarían moviendo por su territorio. Que es exactamente la misma lógica con la que acaba de firmar un nuevo y voluminoso acuerdo de cooperación en seguridad y defensa con Moscú.  Al fin y al cabo, si los rusos lograron salvar -por lo pronto- a la dictadura genocida de Al Assad en Siria, ¿por qué no van a amparar también a su equivalente en las Américas?