No acabamos de sorprendernos por la muerte temprana del papá de Betty, la fea, cuando el espectro electromagnético se llena al medio día con el programa muy sintonizado de nuestra colega Victoria Eugenia Dávila. Ella es bonita -no conozco bugueña fea-, inteligente -no conozco bugueña bruta-, con buena voz -no conozco bugueña con mala voz- y recuerdo bien cuando era locutora de noticias en la básica de RCN, que al entrar a cabina debía llegar como un ponqué, porque a su jefe, Juan Gossaín, se le chorreaban las lagrimitas, que chocaban contra el micrófono y se alcanzaban a escuchar en mi viejo Sanyo, lo mismo que pareciere ocurrirle al humorista Risa Loca, cuando entran de minifalda a la Luciérnaga de Caracol, Darcy y Alexandra.
Vicky al principio solo leía noticias, pero en el tonito se le notaba sus ganas de preguntar y de encarar al entrevistado de turno -sobre todo cuando era de apellido Uribe- y luego demostró de lo que es capaz cuando la nombraron directora de noticias de la FM, para acabar con una racha de antecesores que no pudieron levantar el ánimo de la audiencia y ella sí, hasta que la desnombraron, seguramente por los enredos y vericuetos por ella insistentemente denunciados en esa radionovela montada contra la Policía Nacional titulada “La Comunidad del Anillo”.
Y es mujer sin pelos en la lengua. Cuando salió de la FM se fue para el AM (Año de Mamera existencial) hasta que regresó con bríos renovados, ahora en la W, para despertar la sintonía a la hora de la siesta, en compañía de ese ícono del periodismo radial, Hernán Peláez, hombre carismático e imparcial -cuando comenta deportes- pero cuando se mete en el campo político sí deja entrever sus preferencias reveladas por la izquierda, como Vicky, de quien se trinó estos días que era “la jefe de prensa de Petro”, pero injustamente, porque ella está por encima de Petro, de su escolta -un señor de apellido Bolívar- de Robledo, de Claudia y de Fajardo, quien ahora se ha reconocido como “tibio”, es decir, ni de izquierda, ni de derecha, sino todo lo contrario. Vicky, si se lo propone, podría unificar en su nombre todos los matices de la centro-izquierda y ser candidata presidencial. Lo tiene todo: es más bonita, inteligente y con mejor voz que todos los candidatos y las candidatas de la izquierda colombiana.
Creo que el año sabático de Vicky la agarró en épocas del plebiscito, pero seguramente hubiera estado alineada con las estrellas galácticas de la radio y la televisión, como Yamid, Julito y Arismendi, en tiempos en que la mermelada pululaba por la vía láctea en las antenas de la am y la fm en forma de publicidad política - pagada- porque ellos no trabajan de balde. Algún día se sabrá cuánto le costó al país la exorbitante campaña publicitaria sideral por el sí de ese plebiscito, que ganó el no, pero al final se firmó la capitulación del Estado colombiano frente a una parte de la guerrilla de las Farc, porque de resto la refriega sigue candente.
Post-it. La Ministra de Justicia debería mandar su carta de renuncia, ojalá por 472, para que le alcance a llegar, no a Iván Duque, sino al Nieto, Rafael.