Miopías y falacias
“Una audaz y valiente propuesta de reforma a la educación”
EN este país del sagrado corazón en el que somos más “papistas” que el “Papa”, la Educación Superior ha sido blanco de uno de los debates más álgidos de los últimos meses del país político.
Para nadie es un secreto la terrible situación de cobertura y acceso a la educación terciaria que excluye a más de sesenta de cada cien colombianos que deberían ir a la educación superior principalmente por un problema de financiación. Y, a pesar de los grandes esfuerzos de las instituciones por formalizar un sistema de aseguramiento de la calidad, también la calidad de la educación superior sigue siendo una preocupación de marca mayor en la agenda educativa.
Aquí empiezan las falacias: que el logro del objetivo de cobertura es incompatible con el objetivo de calidad o que aumentar la cobertura significa sacrificar la calidad. Como si para lograr calidad en la educación de pocos tuviéramos que sacrificar la oportunidad de muchos. Aquí comienzan las miopías: la educación que debería ser el principal camino para el logro de la equidad y la superación de la pobreza, resulta ser en nuestro país un privilegio de pocos que profundiza las brechas sociales.
Con el ánimo de principiar a revertir esta tendencia, el Gobierno colombiano lanzó hace unos meses una audaz y valiente propuesta de reforma a la educación superior concentrada en las principales prioridades del sector: cobertura, calidad, pertinencia y financiación, con la intención de construir sobre ella y en consenso, las bases de una sólida estructura normativa para el desarrollo del sistema educativo.
Extraña entonces que hayan sido el propio sistema de educación superior y los pocos privilegiados que acceden al mismo, los más feroces e intransigentes opositores del proyecto, especialmente por la propuesta de involucrar (o más bien regularizar) la inversión privada con ánimo de lucro en la lógica de las instituciones de educación superior. Más miopías y más falacias: queremos más educación superior pero sin financiación, queremos más calidad pero sin inversión en I+D, queremos más pertinencia pero sin alianzas educación-empresa, o más bien queremos alianzas educación-empresa pero sin “manchar” la pulcritud de la academia con los “indignos” recursos privados, queremos justicia y equidad pero sin que afecten nuestros intereses particulares y nuestra posición de privilegio, y cuando veamos que se compren y se vendan irregularmente instituciones de educación superior miraremos para otro lado, como lo hemos hecho cuando vemos que muchas IES tienen más ánimo de lucro que cualquier empresa del sistema de mercado. Capítulo especial merece la ausente dimensión de internacionalización… ahí ni rajamos, ni prestamos el hacha.