Vidas rotas | El Nuevo Siglo
Lunes, 9 de Diciembre de 2024

La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) determinó que 18.667 niños fueron reclutados por las Farc, en el marco del conflicto armado colombiano. La cifra es escalofriante. La cuenta abarca desde 1971 hasta 2016, aunque fue en los últimos veinte años de ese período cuando la organización incurrió más en este crimen. El daño a estos niños y niñas, a sus familias y a sus comunidades es irreparable.

Muchos eran menores de 15 años cuando fueron reclutados. Eran niños que vivían en una situación de extrema vulnerabilidad, allí donde al Estado siempre le ha quedado grande el territorio. Fueron separados de sus familias, de la escuela y de sus amigos; les quitaron sus juguetes y a cambio les dieron armas y les enseñaron a hacer la guerra. Además, determinó el tribunal, fueron víctimas de malos tratos, torturas y homicidios, y padecieron violencia sexual, reproductiva y de género; especialmente las niñas. Les arrebataron la infancia y les rompieron la vida.

Estos niños se convirtieron en adultos en las filas de las Farc. Muchos, los que sobrevivieron, pueden tener entre 35 y 45 años, y hoy lidian con el hecho de ser excombatientes. Su situación es compleja, pues son a la vez víctimas y victimarios de una guerra que no eligieron y de la que no pudieron escapar.

Con la firma del acuerdo tuvieron la posibilidad, por primera vez, de decidir qué hacer con sus vidas. En estos ocho años han tenido que aprender muchas cosas, pues los conocimientos adquiridos durante dos décadas con las Farc sólo son útiles en la guerra. Lo están intentando, pero ha resultado muy difícil. El acuerdo no se ha cumplido como estaba previsto y a la fecha han sido asesinados más de 400 firmantes. La vida no ha sido fácil para ellos, ni antes del reclutamiento, ni en las filas de la guerrilla, ni ahora que están en esta orilla.

Y aunque volver a incorporarse a las filas de algún grupo criminal es una opción, pocos lo han hecho. A pesar de las amenazas y el incumplimiento del acuerdo, la mayoría de firmantes siguen comprometidos con hacer las paces. Entender su historia y apoyarlos es definitivo para el país. En su convicción de no volver a las armas anida la posibilidad de romper con el círculo vicioso de la violencia; la misma que los atrapó cuando eran niños y que hoy amenaza con llevarse a otra generación.

En Colombia los menores siguen siendo reclutados por los grupos armados; se cuentan en cientos, cada año. Es una tragedia y para gran parte de la población es como si no pasara nada. Que las bombas son globos de colores, las granadas frutas con pepitas rojas y las minas lo que llevan por dentro los esferos, es lo que las niñas y los niños deberían aprender. La guerra no es un juego, mata, y a los que deja vivos les rompe la vida para siempre; eso lo sabemos bien. Hacer todo para evitarla debería ser, siempre, nuestra principal preocupación.

 @tatianaduplat