El año que se fue dejó varias lecciones, en mi lectura de cosas. Primero, que hay futuro para Colombia, pues los astros se están alineando positivamente, no obstante la cantidad de factores perturbadores dentro y fuera de su vía láctea; segundo, que tenemos un líder en quién confiar, nuestro presidente -brillante, transparente- cuyos detractores de la oposición -léase Petro, y su amigo Maduro, Roy Barreras, Iván Cepeda-, los insaciables estudiantes y centrales obreras se propusieron sabotear su gestión para subvertir el orden público de la calle, siguiendo los postulados del excandidato presidencial que dijo, al momento de perder, que se iba a declarar en sesión permanente en la calle. Así son los perdedores de “mala leche” que quieren meter meteoritos y partes de basura sideral para obscurecer esa vía láctea.
Nunca antes a los estudiantes se les había dado tanto, pero muchos de ellos, verdaderos “estudiantes profesionales” de las universidades públicas (que se la pasan saltando matones de facultad en facultad, con preferencia revelada por los laboratorios de química para poder fabricar bombas incendiarias) y tienen la orden de vociferar, dañar la infraestructura pública, perturbar el transporte, molestar a la gente -actividades que seguramente reiniciarán dentro de poco- y en las pasadas jornadas del 21 de noviembre le pregunté a uno de los manifestantes que se me acercó (encapuchado, mientras sus cómplices dañaban las instalaciones del sistema masivo) por qué estaba protestando y me dijo: “porque ya no aguantamos más impuestos”.
Obviamente el muchacho no sabía dónde estaba parado, perdido en las líneas de un libreto ajeno y mal preparado, como si él supiera pagar impuestos porque, estoy seguro, ni siquiera paga el valor del pasaje del MIO, pues debe vivir colado, como la mayoría de los más irascibles protestantes, muchos de ellos remunerados por las disidencias supérstites de las Farc, o por los otros grupos guerrilleros que todavía creen que algún día van a llegar al poder (o, en virtud del principio de igualdad, creerán que entre más beligerantes, mayor probabilidad tendrán de adueñarse de medio país, como las muy “inextintas”) y siguen manteniendo vigentes sus células urbanas, o por el mismo régimen de Nicolás Maduro, quien no ve la forma de sacarse la espinita que le ha provocado el accionar diplomático de Colombia liderado por nuestro presidente en contra de su régimen de oprobio.
Pero frente a los retos que se avecinan, me tranquiliza y maravilla la idoneidad y talla moral del Presidente de la República, que se erige como legítimo contradictor de aquéllos. Veo en él la combinación perfecta de estadistas de la talla de un Belisario Betancur (calmado, conciliador, socialmente sensible, de mano tendida todo el tiempo) con un Álvaro Uribe (de pulso firme, ejecutivo, metido de pies a cabeza en los problemas y en sus soluciones). No se deja enredar fácilmente por la oposición en el Congreso ni en la prensa, poderes que estaban acostumbrados a la mermelada para poder funcionar y ahora, sin dicho carburante, les tocó tragarse la eficiencia de un gobierno que aprendió a vivir sin sus halagos e intrigas.
Post-it. Para todos mis lectores, mis mejores augurios porque este año mejore el anterior.