Si hemos de creer el cuento chino de que el elemento cero del maldito virus está ligado al murciélago -que por lo pronto tiene al planeta tierra en jaque mate- estoy tratando de idear un reflector con un figurín en silueta del fatídico quiróptero y/o mamífero placentario para proyectarlo contra los espantados cielos de Bogotham City en estas oscuras y desoladas noches, cuidándome de que no sea noche estrellada, como la del trastornado Vincent Van Gogh -quien no creía en Dios ni en María la Virgen, ni en trabalenguas ninguno- y en una de esas andanzas noctámbulas, en que andaba más desvelado que un trío de serenateros del Páramo, le ocurrió la fatalidad, ya cantada: “esta noche vendrá el murciélago, te desorejará y se irá”. Tal cual.
Se trata de lógica simple: si a ese majestuoso héroe lo llaman “el hombre murciélago” y tiene por destinación específica acabar con el crimen organizado y con cuanta plaga le dé por asolar a la humanidad, ¿quién mejor que él para controlar un bicho que le es inescindible, que viene de su misma sangre, si nos han recalcado los científicos virólogos que el plasma de quien padece y se recupera de la pavorosa enfermedad -con todos los anticuerpos allí metidos- sería el mejor antídoto para controlarlo? Averígüelo Vargas Lleras, que todo lo sabe, y por lo pronto hay que pedirle el favor y encomendarle esta misión a su fiel escudero, Alfred, para que despierte en la Baticueva a su jefe Bruce Wayne (Bruno Díaz, en cristiano), lo eche a volar y vaya a rociarle Kankil a todos los bichos del mundo y de paso aproveche para asperjar a tanto joker, guasón y corrupto que andan sueltos y renqueantes por las frías calles de Bogotham City.
Es el héroe preciso: con armadura de fibra de titanio, capa negra contráctil, máscara herméticamente cerrada e intimidante, guantes con alambre de púas anticorona… porque esta pandemia nos está costando cara, con la referencia mediata de la gripe española, que en 1918 (veinte años antes de que naciera Batman) enterró a cincuenta millones de seres humanos y que parece que surgió por la adquisición de material genético de un virus de la gripe aviar por el virus H1 que ya estaba circulando entre los vivos.
Por ahora llevamos más de 4 millones de contagiados, faltando los datos de Corea del Norte, caso patético, país mudo como tapia, donde sólo existen armas y municiones -todo para los cañones, nada para la mantequilla- y entiendo que allí no existen respiradores sino ahogadores de gente y el guasón mayor, Kim Jon Un, sigue vivo y dando lata, cuan generoso de carnes que anda.
Post-it. Aprovechando el tiempo y el espacio, en una de estas noches cuarentenarias estrelladas, me dio por releer la Vida de los Doce Césares, del lenguaraz Suetonio, obra que nos recomendó nuestro maestro Fonseca, de Derecho Romano, y he tenido la idea de que lo que deschavetó al César -quien terminó convertido en “marido de todas las mujeres y mujer de todos los maridos”- fueron los espantables nombres de sus esposas: Cornelia, Calpurnia y Servilia, madre de Bruto. Alea jacta est.