A pocos les fue tan bien este año como al autor Crescencio Salcedo a quien le dejó, al menos, una yegua blanca -de la esperanza- pues al resto de los humanos nos legó al cuarteto completo de los potros del apocalipsis, cabalgando solos, porque nos mató a los jinetes con disparos no de Colt, sino de covid-19. Año de ingrata recordación, para olvidar ya. En el mundo el virus se llevó a casi 2 millones de almas y en Colombia, faltando datos de otros municipios, a 43 mil seres humanos, entre ellos parientes, amigos y conocidos que no soportaron los embates del malicioso virus, que últimamente ha optado por mutarse para hacerle el quite a los antídotos.
Aún creo que el gobierno de la dictadura capitalista de China le debe muchas explicaciones al mundo, empezando por la suerte del médico Li Wenliang, oftalmólogo del Hospital de Wuhan -primer héroe de esta pandemia- quien desde finales de diciembre alertó a sus colegas sobre la aparición de un nuevo virus pavoroso, se atrevió a mandar la voz de alerta y seguramente fue ejecutado en un juicio exprés, porque todo lo envolvieron en una capa de duda y al final decidieron echarle la culpa, no al laboratorio, sino a los murciélagos de una carnicería del mismo vecindario; y la periodista Zhang Zhan acaba de ser condenada a cuatro años de prisión por informar sobre el brote, con un delito que se inventaron, dizque “provocación de disturbios”, todo por decir la verdad y Julián Marías escribió en un libro que “Nada perjudica más la salud de una sociedad, que la impunidad de la mentira”.
Y el gran Jesús nos había dicho que “la verdad os hará libres”, pero como los chinos no creen en las Sagradas Escrituras sino en sus propios cuentos, sólo cabalgan en los abruptos terrenos de la mentira, con tal de no perder su hegemonía; al mando del dictador -para rato- Xi Jinping andan frescos como lechuga en chow fan y ya están cobrando por ventanilla, pues reventaron las economías de USA y de Europa y se perfilan como la primera potencia mundial, por lo pronto montados a lomos de una economía que equivale al 16% del PIB mundial.
A propósito del endiosamiento de la mentira, ¿qué ocurrirá con las cifras del covid-19 en una dictadura como Corea del Norte, será que allá no entró el virus? como si fueran inmunes, como si por esos lares “todos los muertos que mata la Corona gozaran de cabal salud”. Las cifras en Corea del Norte deberían ser alarmantes, pues se trata de país que aguanta hambre y en el 2018 el porcentaje de quienes sufren desnutrición se elevó del 37.5% al 43.4%, según el Índice Global del Hambre, en un país en el que el trabajador medio cobra menos de 2.000 dólares al año, 20 veces menos que en la otra Corea, aquélla herméticamente cerrada al exterior, que sólo se la pasa fabricando armas, porque todo lo destinan a los cañones y nada a la mantequilla.
Post it. A quienes sobrevivieron a mis post columnas, Feliz Año Nuevo.