Colombia ha retomado el camino de guerra con bombardeos masivos contra la guerrilla de las Farc, poniendo en evidencia la fragilidad de un proceso de paz sin tregua bilateral, para disgusto de la comunidad internacional.
Las delegaciones del gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc sostienen en un ambiente tenso las conversaciones, instaladas en Cuba desde noviembre de 2012 para resolver el conflicto armado más antiguo de América Latina.
En una semana, unos 40 rebeldes, entre ellos un miembro del Estado Mayor Central de la guerrilla y un exdelegado de paz en La Habana, fueron abatidos en ataques militares lanzados en represalia por una emboscada en la que murieron once uniformados el mes pasado.
Desde entonces, el presidente Santos, que había abogado por un "desescalamiento" de la violencia y suspendido los bombardeos, ha adoptado un tono decididamente marcial en medio de la "tempestad" que, según dijo, atraviesa el proceso de paz.
"No bajen la guardia", instó al Ejército luego de que las FARC levantaran la tregua unilteral que habían declarado en diciembre como muestra de su compromiso con los diálogos, que durante dos años se han llevado adelante sin un cese el fuego bilateral.
"No hay contradicciones en esa estrategia. Santos constata que si no sienten la presión militar las FARC van a seguir dilatando las negociaciones a su antojo", dijo a la AFP Vicente Torrijos, profesor de ciencias políticas de la Universidad del Rosario en Bogotá.
Los últimos enfrentamientos entre el ejército y los rebeldes ocurrieron el jueves en Arauca, una región rica en petróleo cerca de la frontera con Venezuela, con tres bajas en cada bando.
Desde La Habana, los representantes de la guerrilla han relanzado su campaña en pos de un armisticio, una opción rechazada por el jefe de Estado antes de la firma de un acuerdo definitivo.
La delegación de las FARC expresó su disposición a "conversar en medio de la confrontación hasta el último día" y excluyó la idea de su rendición obtenida "mediante ríos de sangre".
La crisis actual demuestra que las FARC "no tienen intención de romper el diálogo, sino de conseguir un cese el fuego bilareral a toda costa para tener más margen de maniobra en el terreno", explicó Torrijos.
- El papel de la comunidad internacional -
Con cerca de 8.000 combatientes, desplegados esencialmente en las zonas rurales, los rebeldes obtuvieron en este enfrentamiento con el gobierno un apoyo de peso en el extranjero.
Los países garantes de las conversaciones, Cuba y Noruega, que suelen tener un bajo perfil, hicieron estos días un llamado a que ambas partes "continúen sus esfuerzos" de paz con miras a "la adopción de un acuerdo para el cese el fuego bilateral definitivo".
A pocos días de un viaje de Santos a Bruselas, la Unión Europea (UE), anfitriona de la cumbre anual con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), también expresó su preocupación.
"Los planes de Santos para aparecer como un gran pacificador van a verse un poco trastornados", bromeó a la AFP un diplomático europeo en Bogotá.
La UE, que creó a finales del año pasado un fondo especial para financiar el posconflicto colombiano, ahora requiere "medidas concretas para aliviar la situación en el terreno".
"La comunidad internacional, a la cual se refieren tanto del gobierno como las FARC, tiene un papel crucial en ese momento de crisis", afirmó el historiador Carlos Medina, director del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la Universidad Nacional de Colombia.
"Tiene que hacer escuchar su voz para impedir que se retomen los instrumentos de la guerra", señaló el experto, para quien la oposición que hay en Colombia ante el proceso de paz "llevó el gobierno a reanudar los bombardeos".
Los intentos anteriores de negociaciones con las FARC, el último hace más de 10 años, fracasaron después de acciones militares.